El periodista Lucas Beber pasó la mitad del día en los barrios El Perucho y El Brillante en donde hoy a la mañana desalojaron dos escuelas por los efectos directos de los agrotóxicos.
Maestras de la escuela 32 de El Brillante esperando ser atendidas en el centro de salud barrial, por los síntomas provocados por la fumigación del campo aledaño. Fuente Facebook/ Yo opino.
El periodista Lucas Beber pasó desde las 9 de la mañana hasta las 15 entre las escuelas de los barrios El Perucho y El Brillante de San José que fueron desalojadas porque estaban fumigando con agrotóxicos en los campos aledaños.
Beber escribió una columna de opinión que tituló «La muerte lenta».
Ya venimos viendo este accionar por parte de personas a quienes nada le importa la vida de los demás vecinos. Personas que no les interesa nada más que su propia vida y posesiones, a tal punto de cuidar a como de lugar no perder un solo centavo de lo que pudo haber invertido… cueste lo que cueste.
Y ese accionar muchas veces trae aparejadas consecuencias trágicas, que si bien no son de la noche a la mañana como un accidente, significan lo mismo: una muerte lenta, que va tomando por su cuenta las vidas de los vecinos tan silenciosamente que nadie se percata de ello, hasta que es tarde.
Estas personas por lo general actúan avaladas por otras aún más poderosas que, viviendo aún en el siglo pasado a pesar de la modernidad que tenemos hoy, siguen siendo los amos del pueblo. Estas personas poderosas, dueñas de la mitad de todo, que se creen invencibles, que sienten que nacieron con el poder en los genes y que todo el mundo le debe pleitesía por el sólo hecho de llevar un apellido y ostentar riquezas -materiales- de todo tipo en todo momento, que son quienes mandan a su antojo sobre las vidas de los demás, también van a terminar igual que todos: retirados de donde estén en una camilla con los pies para adelante.
¿Y sabés otra cosa? Esas mismas personas poderosas van a ser sepultadas de la misma forma que quien en vida, fue su esclavo: con lo puesto y nada más. Y sus descendientes se encargarán de destruir en poco tiempo todo el imperio de poder y riquezas que esta persona se encargó de levantar con el esfuerzo de muchos otros a quienes terminó destruyendo y a quienes terminó esclavizando de una forma u otra. Pero claro, ya será tarde, porque el dolor que sentirán por él sólo será sentido por pocas personas de su entorno mas cercano. En cambio el dolor que se expresará en todas las paredes de la ciudad por la desaparición de las personas que lentamente fueron muriendo producto de sus acciones para preservar su propia economía.
Y no se trata de una, dos, cinco… se trata de cientos de personas que de una forma u otra están esclavizadas a sus caprichos económicos y personales, porque lo que se está haciendo hoy es envenenar a una sociedad toda, lentamente, despacio, como si fueran inyectando en las venas de todos los habitantes una pequeña cantidad de mercurio durante un año, acción lenta pero segura.
Los venenos se ven, se sienten en el aire, en la piel, en los ojos. Un barrio de una ciudad cercana envenenado lentamente, y por añadidura, toda una ciudad y claro, las ciudades vecinas porque el mismo producto se mezcla en el agua, en el aire, en la tierra…
Y todos estos asesinatos, por una bolsa de nueces y otra de arroz.
UNO