«Sos una máquina de generar plata, nada más», manifestó un joven explotada durante más de dos años. Un informe revela los lugares de captación y ubica a Entre Ríos como una zona de «ablandamiento». La relación con la droga.
«Sos una máquina de generar plata, nada más. No importa si estás enferma, no importa nada». La frase es evocada por una joven paraguaya, explotada durante más de dos años en Santa Fe, y revela el núcleo del segundo negocio ilícito más redituable en el mundo detrás del narcotráfico: la trata de mujeres con fines de explotación sexual.
Según la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (PROTEX), el 8 % de los condenados por este delito en la Argentina son funcionarios de algún estamento público.
Si bien hay casos registrados en 165 países, la Argentina es un ejemplo de cómo el engranaje -integrado por reclutadores y proxenetas pero también por miembros de las fuerzas de seguridad y funcionarios de distintos niveles- se adapta y camufla.
«Las redes fueron cambiando. En el 2008, las víctimas estaban encerradas, sin documentos ni teléfonos celulares. Hoy, la situación es diferente: las mujeres tienen teléfono celular pero bajo amenaza no lo usan. Pueden salir: tienen las puertas abiertas pero no tienen a dónde ir, a veces ni saben en qué provincia están o no tienen dinero», explica la directora del Programa de Rescate y Acompañamiento a las Personas Damnificadas por el delito de Trata, Zaida Gatti.
El proceso por el cual una mujer es obligada a abandonar a su familia y su lugar hasta llegar a ser sometida al ejercicio de la prostitución, implica un recorrido y una serie de pasos que, en los últimos años, los especialistas y la Justicia han podido identificar y esquematizar.
Si bien el daño es físico porque lo que se explota en definitiva es su cuerpo, es el daño psicológico el que refuerza el cautiverio. Se las despoja de su identidad a tal punto que aún pudiendo escaparse no lo hacen y son ellas, con sus palabras, las que terminan legitimando el rol que las han obligado a cumplir, coinciden distintos especialistas.
La captación
El proceso de captación de las víctimas se da en las provincias más pobres del país como Misiones, Corrientes, Formosa, Chaco, Catamarca y Santiago del Estero. Con promesas de trabajo poco claras, mentiras o en contra de su voluntad expresa y de manera violenta, las redes de trata captan a las víctimas.
«Misiones es un punto típico de captación de mujeres. Hay lugares muy alejados en la tierra colorada profunda, donde se cruzan una buena cantidad de etnias y de razas. Tiene que ver con la permeabilización de los ríos y las fronteras. Entre Posadas y Encarnación hay tráfico diario», explica la subsecretaria de Igualdad de Oportunidades del Ministerio de Derechos Humanos de Misiones, Norma Sawicz.
En esa provincia creció la explotación sexual de menores de edad. «Chiquitas desde los nueve, pero más fuertemente entre los 12, 13 y 14 años», advierte la directora de la Coalición Alto a la Trata, Claudia Lascano, que trabaja desde la ONG en la recuperación de víctimas.
El funcionamiento de las redes de trata en Misiones está atado a la cercanía con Paraguay. El Bañado Tacumbú, un barrio pobre y cercano al río en Asunción, es históricamente una zona de captación. «Muchas niñas y adolescentes que son llevadas en las barcazas de cruces en toda la zona del Ñeembucú, en la zona de Pilar. Es gran una preocupación del movimiento de mujeres de la zona», cuenta Alicia Stumpfs, de la ONG Kuña Roga.
La directora de la Unidad Especializada en la Lucha contra la Trata de personas y Explotación de niños, niñas y adolescentes del Ministerio Público de Paraguay, Teresa Martínez, advierte que las víctimas terminan convirtiéndose en captadoras, un mecanismo que le suma eslabones y reproduce la red. «Los captores son taxistas o almaceneros, no son personas que pertenecen al crimen organizado. Reciben entre 300 y 200 pesos por cada chica, no es nada. En general, hay más captoras mujeres ¿Por qué? Porque para salir de la red, muchas de las mujeres están obligadas a llevar a otras dos. Así, las víctimas se convierten después en captadoras», relata Martínez.
Las «zonas de distribución»
Otra porción del mapa nacional oficia como zona de tránsito y ablandamiento, una instancia que les permite identificar si una víctima va a generar conflicto para el entramado delictivo. Según los especialistas, se da en prostíbulos de Santa Fe y Entre Ríos. En esta etapa, los vínculos con el narcotráfico se multiplican y muchas veces, la inducción a la venta y el consumo de drogas termina por quebrar a las víctimas.
«La trata necesita de la droga. A las chicas que reclutan para explotarlas sexualmente tienen que drogarlas para despersonalizarlas», define la hermana Martha Pelloni, coordinadora de Infancia Robada, y una dirigente social con una intensa actividad pastoral en las zonas rurales del norte.
El mismo esquema delictivo se produce del otro lado de la frontera, en Paraguay. «Muchas han sido captadas para redes de trata y, en los puntos de embarque o de conexión de aviones, las convierten en mulas», explica la directora de Combate a las Trata de Mujeres del Ministerio de la Mujer de Paraguay, Luz Gamelia Ibarra.
El tránsito y el «ablandamiento» de las víctimas, explican los especialistas, sólo puede concretarse con el aval o, al menos, la impericia de distintos niveles y poderes del Estado. «Si hay un funcionario público involucrado, y esto nos ha pasado históricamente en todas las investigaciones, hay escollos en el avance del proceso judicial. Causas que se demoran, que los jueces fallan de una manera que antes no habían fallado nunca. Alrededor del 8% de las personas condenadas son funcionarios públicos, de distintas instancias. Pero creemos que ese porcentaje debería ser un poquito más alto», sostiene el titular de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (PROTEX), Marcelo Colombo.
Se han registrado casos de víctimas que llegaron a Japón, Corea, Francia y España. «Esto es un tema económico, no pasa por otro lado, es una fuente de ingreso y hasta incluso de lavado de dinero muy grande», aceptó el Director General de Coordinación Internacional de Interpol, Mario Ferreiro.
La llamada «Ruta del Petróleo», que arranca en La Pampa y se extiende por toda la Patagonia, es una zona clave de explotación, una región caracterizada por una dinámica en la que gran cantidad de hombres están lejos de su hogar. «Hay un fortalecimiento de las redes domésticas. Con violencia y amenazas, logran que sean explotadas de noche, que regresen de día a sus casas y que vuelvan a ser explotadas de noche», relata la Coordinadora del Programa de Asistencia a las Víctimas de Trata, Gilda Zurita. En los prostíbulos de la Patagonia trabajan entre 10 y 15 mujeres pero rara vez pernoctan en el lugar, por eso también es difícil visualizar la explotación como tal.
«Para captar a estas personas y explotarlas no hace falta una gran organización. Toda la experiencia que tuve han sido organizaciones sumamente rústicas. No hay un gran despliegue y eso habla de la enorme vulnerabilidad de las víctimas. Las captaciones se hacen por teléfono, por Facebook, por Whatsapp. Son los mismos dueños de los prostíbulos que hacen esta tarea de captación», explica la fiscal federal Cristina Beute sobre su experiencia en casos en Neuquén.
La lucha de la sociedad civil
«Las Madres nos empezamos a juntar porque las mafias se juntan para ser mafia. Y para combatir a la mafia también tenemos que estar juntos», reflexiona Margarita Meira, de «Madres de Víctimas de Trata». En Buenos Aires, la ONG Buenos Vecinos organiza una «despegatina» de los papeles que promocionan prostíbulos en las calles de la ciudad con el objetivo de concientizar sobre cuál es el negocio que se esconde detrás de esa oferta.
Susana Trimarco, madre de Marita Verón, se convirtió en los últimos años en una de las caras visibles de la lucha contra la trata sexual. Su conclusión, tras años de buscar a su hija, es simple pero certera: «Ninguna persona tiene el poder para desaparecer de la faz de la tierra. La tierra no traga gente. Detrás de esto hay muchas complicidades, por eso las víctimas no aparecen».