El fiscal Wasinger deberá determinar las responsabilidades y la Justicia deberá establecer las penas ante una obra totalmente irregular.

Este comentario periodístico no pretende herir susceptibilidades ni ahondar en las heridas de las familias, y pedimos perdón si así lo hiciera, pero se trata de hechos que no pueden ser pasados por alto para que no haya que seguir lamentando casos similares.

Fiorella Furlán murió luego de que el auto que manejaba fuera arrastrado por el arroyo Antoñico en Paraná. La joven de 22 años circulaba por Avenida Ramírez durante un intenso temporal de lluvia y, al girar hacia calle Gálvez, el Suzuki Swift gris fue arrastrado rápidamente por la correntada del arroyo.

En plena tormenta y de noche, sin la señalización ni la iluminación adecuada, Fiorella no pudo prever que el caudal de agua era muy superior al que la calle podía soportar y que corría con tanta fuerza que arrastraría el vehículo hasta dentro del cauce mismo del arroyo.

El puente fue construido en 2009, durante la intendencia de José Carlos Halle, que estuvo al frente del municipio de Paraná entre 2007 y 2011, y cuando la actual ministra de Gobierno y Justicia, Rosario Romero, era jefa del gabinete de su marido.

La obra se denomina badén sumergible. Si los estudios hidrológicos y los análisis hidráulicos que contempla el proyecto son adecuados, con el caudal normal el agua pasa por debajo del puente, como una alcantarilla, pero si se trata de una corriente de agua extraordinaria, como la del pasado sábado, se prevé que el agua pase por arriba de la calzada.

En este caso, muchos factores influyeron para que la obra no funcionara como estaba previsto y que el puente se inundara con un caudal de agua de tal magnitud que terminó por arrastrar el auto que conducía Fiorella.

Mientras las palabras desidia, negligencia y corrupción asoman, el fiscal Martín Wasinger deberá evaluar a fondo la cadena de irresponsabilidades que tuvieron este trágico desenlace.

Le corresponderá al funcionario judicial realizar las pericias técnicas correspondientes para determinar si las obras del puente estaban bien hechas o si tenía fallas, si se pagó por ellas lo que correspondía en la época, si la obra fue certificada y entregada como corresponde y demás.

Pero en este caso no solo falló el badén sumergible en sí, sino que es posible apreciar a simple vista que la baranda y los guardarrail, a ambos lados del puente, se quedan varios metros cortos como para cumplir con la función de evitar que un auto o una persona caigan al arroyo.

Entre los factores que intervinieron para provocar la muerte de Fiorella, la falta de mantenimiento del arroyo también fue un desencadenante fatal.

En esa zona, el Antoñico tiene obstrucciones que elevan la altura del agua porque actúan como diques. Además, el arroyo no cuenta con rectificaciones de causes ni con las pendientes adecuadas.

Por otra parte, en el momento de inauguración de la obra, o en las varias gestiones que hubo después, no se colocó la señalización preventiva correcta para alertar a los conductores acerca de la peligrosidad de circular por el lugar durante días de lluvias intensas. La zona tampoco presenta la iluminación correcta.

El cartel preventivo fue colocado este miércoles por la gestión del intendente Adán Bahl, que deberá tomar nota de la cuestión para realizar las obras y tomar las medidas necesarias. Si no actúa, se sumará a la lista de intendentes de Paraná que se quedaron de brazos cruzados mientras la ciudad se desmoronaba, es su responsabilidad tomar acciones para que un hecho similar no vuelva a ocurrir.

La capital provincial hoy parece Kosovo, Siria, o cualquier escenario de guerra que el vecino pueda imaginarse.

Basura en las calles, cloacas y cañerías rebalsadas, pozos como cráteres en cualquier cuadra, desde la más céntrica hasta el barrio más humilde.

El fiscal deberá determinar de quién o quiénes es la responsabilidad por la muerte de una joven paranaense que simplemente cometió el error de intentar pasar con su auto por un lugar que no estaba en condiciones para hacerlo, porque no sabía que no se podía, por el abandono de quienes vienen gobernando la ciudad desde hace tiempo.

Lamentablemente, el caso de Fiorella no es el único en el que la corrupción estructural, tan enquistada en el Estado, es la causa de una muerte que se podría haber evitado si los funcionarios públicos hicieran nada más ni nada menos que lo que tienen que hacer.

En noviembre de este año, Pamela Smail, una docente de 37 años, perdió la vida al despistar por intentar esquivar un bache en la Ruta 20, a 200 metros del ingreso a Las Moscas.

El caso es emblemático porque ella misma y los vecinos de la zona habían denunciado por las redes sociales el deplorable estado en el que se encontraba ese tramo del trazado, que fue inaugurado el 9 de octubre por el gobernador Bordet junto al hoy ministro de Planeamiento, Juan José Bahillo.

La obra había demandado 260 millones de pesos y menos de un mes después de su inauguración ya presentaba graves averías, pozos y baches. Menos de 30 días le tomó a la ruta romperse como si nunca se hubieran hecho obras. La corrupción en todo su esplendor.

La respuesta del gobierno y de Vialidad provincial fue absolutamente indignante y sumamente provisoria: mandaron a tapar el bache con broza, con un camión modelo 74 que se rompió volviendo del lugar.

Al igual que en el caso del puente sobre calle Gálvez, en la ruta 20 y en tantas otras a lo largo y a lo ancho de la provincia, los vecinos y quienes deben transitar cotidianamente por esos lugares, denunciaban el mal estado y reclamaban obras para evitar los trágicos desencadenantes.

Tanto en el puente Gálvez como en las rutas entrerrianas, han ocurrido previamente accidentes que no terminaron en lamentables tragedias por milagro o por suerte, porque la desidia los vuelve trampas mortales, en las rutas entrerrianas con una frecuencia alarmante.

Los vecinos de la zona del Antoñico donde cayó Fiorella con su auto sostienen que en otras oportunidades el agua ha arrastrado vehículos, aunque afortunadamente no se debieron lamentar víctimas, y por eso reclamaban obras.

En el medio también hay un blindaje de parte del gobierno que hace que nadie hable de las causas reales de estos lamentables episodios, que lejos están de definirse accidentes, porque podrían haberse evitado, porque fueron causados por la desidia y la corrupción.

Los gobernantes, electos por el pueblo, por los vecinos, para defender sus derechos, sus intereses, sus vidas, miran para otro lado y se llenan los bolsillos mientras quienes depositaron en ellos su confianza se juegan la vida cada vez que salen a la calle, o a la ruta.

La muerte de Fiorella impactó hondamente en la comunidad paranaense por las circunstancias en las que se dio, porque la ciudadanía se unió en su búsqueda, porque hubo mucha empatía con ella y con su familia.

Será tarea del fiscal dar con los responsables de esta tragedia, que se visten de saco y corbata, se hacen llamar señor, van cada tanto a fastuosas oficinas a simular trabajar, y llevan adelante vidas de lujo a costas del hambre, de la miseria y de la vida de otras personas.

La corrupción y la desidia matan. Lo saben las familias y los amigos de Fiorella, de Pamela, lo saben los paranaenses que se unieron en una búsqueda y ahora deberán reunirse en un reclamo de Justicia y de acciones para que algo similar no vuelva a ocurrir. Lo conocen tantos otros entrerrianos que hoy tristemente lloran a un ser querido o quienes afortunadamente esquivaron la tragedia por casualidad.

La corrupción y la desidia causan muertes. El error de Fiorella, de Pamela, y de tantos otros, fue confiar en que los gobernantes realmente cuidan de nosotros, que efectivamente hacen las obras para solucionar los problemas de los vecinos y no para llenarse los bolsillos.

El desencadenante de esas muertes fue la corrupción estructural. En el caso de Fiorella, el fiscal Wasinger deberá ponerle nombre a todos y cada uno de los que por acción u omisión tuvieron participación en esa muerte.

La angustia de los paranaenses ante el fallecimiento de Fiorella nace en la certeza de que podría haberse evitado.

Hoy la sensación es de impotencia ante la impunidad de quienes lucran a costas de las pérdidas de vida, sin que eso pese en sus conciencias. La justicia deberá determinar responsabilidades y penas. La corrupción y la desidia matan y los políticos siguen repitiendo “la gente a los 10 días se olvida”.

Este comentario periodístico no pretende herir susceptibilidades ni ahondar en las heridas de las familias, y pedimos perdón si así lo hiciera, pero se trata de hechos que no pueden ser pasados por alto para que no haya que seguir lamentando casos similares.

Fuente: davidricardo.com.ar

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