La disminución de las especies más buscadas, como son el sábalo y la boga, pusieron en estado de alerta a los pescadores que hace muchos años surcan las aguas de los ríos Gualeguaychú y Uruguay.
Algunos hablan de que la represa Salto Grande incide en la cantidad de peces, otros apuntan a la contaminación de la planta Botnia y la generada por los agroquímicos. Sin duda, la conjugación de estos y otros factores, son una mala noticia para quienes viven de la pesca.
En el marco de la Fiesta del Pescado y el Vino tres familias que se dedican a la pesca artesanal manifestaron su preocupación por la menor cantidad de peces, y lo difícil que es mantenerse en el rubro, dada la suba indiscriminada de los costos fijos, como el combustible y los repuestos para las embarcaciones.
Roberto Gómez, con 20 años de trabajo como pescador artesanal, dijo que «ha disminuido considerablemente la cantidad de peces en los últimos años», y recordó que «antes de la construcción de la represa de Salto Grande la pesca era más abundante, pero ahora se concentran los cardúmenes aguas arriba».
«La vida del pescador es muy sacrificada», dijo quien pasa «toda la mañana en el río, embarcando a las 5 de la mañana para regresar a tierra firme con lo recolectado, en los mallones, a las 9».
«Se puede vivir de la pesca, pero para hacerlo hay que llevar adelante todo un proceso y darle valor agregado a lo que se pesca en hamburguesas, medallones, milanesas e inclusive chorizos», enumeró y aseguró que no es negocio «pescar para un frigorífico que te paga lo que quiere».
El experimentado pescador contó que en épocas de creciente, como la que atravesamos, «no se puede pescar en el canal, y hay que hacerlo en las ensenadas».
«Últimamente estamos desarrollando nuestra actividad en la ensenada de Ñandubaysal, debido a que el río está muy crecido, corre mucho y arrastra lo que encuentra», aseguró, antes de enumerar las especies más habituales, como el sábalo, la boga, el dorado y el patí, «y en el caso del dorado se trabaja con ejemplares de entre tres y cuatro kilos».
Luis Eduardo Cabellier sigue los pasos de su padre, quien comenzó en la Pesquería de Foldessi, en la zona rural de Costa Uruguay Sur, y señaló la misma preocupante situación que su colega.
«No hay muchos peces en el río y la tendencia a bajar en cantidad y tamaño comenzó con la construcción de la represa. No se ven los buques pesqueros comerciales porque no hay pescado que levantar. Además, el clima ha cambiado demasiado, ahora cuando sacás el pescado el agua está en los 30 grados, algo que no sucedía tiempo atrás», expresó.
Cabellier trabaja con mallones que tienen «medidas especiales para el sábalo y la boga». Y a esta última la comercializa en comedores de la zona debido a que es un plato muy pedido, aunque también le da valor agregado con la elaboración de empanadas y milanesas.
Las dificultades son las de todo pescador: su embarcación utiliza un motor Yamaha 115, que tiene un consumo de 10 litros la hora.
Finalmente, Carlos Javier González, con más de dos décadas en el río, coincidió con sus colegas en la «merma de peces y en tener que buscar más para pescar». Dijo que lo suyo fue «una opción de vida que no cambiaría por nada». Y al igual que Gómez y Cabellier le da valor agregado a lo que pesca, destacándose en la preparación de «boga despinada, uno de los platos más solicitados». (El Día)