Sin embargo, un estudio prospectivo realizado por el Instituto de Patología Vegetal de INTA, en colaboración con especialistas en virología y entomología, sobre muestras recolectadas en siete provincias con foco en Córdoba durante la campaña anterior, reveló que el 60 % resultaron positivas para fitoplasmas, el 43 % para CSS y el 29 % presentaron infecciones mixtas. Estos resultados aportan evidencia de que los fitoplasmas participan de manera más frecuente en el complejo del achaparramiento de lo que se había considerado tradicionalmente.
De acuerdo con Franco Fernández –biólogo y coordinador del nodo de secuenciación genómica del CIAP–, “este hallazgo refuerza la idea de que el achaparramiento no responde a un único agente causal, sino a un complejo dinámico y diverso, cuya composición puede variar según la región y la campaña”.
Los primeros muestreos de 2025 en Córdoba revelan una disminución — respecto al año anterior— en la incidencia de CSS y MBS. “Esta variación sugiere que, además de la dinámica natural de la enfermedad, las prácticas preventivas implementadas y las condiciones climáticas durante la campaña podrían haber contribuido a reducir las poblaciones de chicharrita”.
En conjunto, estos factores confirman que la enfermedad sigue en transformación y que la epidemiología del achaparramiento es más compleja de lo que se pensaba.
“De hecho, el fitoplasma Maize Bushy Stunt fue propuesto recientemente como una nueva especie, “Candidatus Phytoplasma zeae”, en un trabajo que actualmente se encuentra en revisión. Se trata de un microorganismo altamente adaptado a los tejidos vasculares del maíz”, explicó Fernández quien detalló que “a nivel ecofisiológico, este fitoplasma interfiere con reguladores del desarrollo, lo que se traduce en alteraciones morfológicas de las plantas, en particular a nivel de la formación de brotes y de la estructura de las mazorcas”.