Puiggari nació en Buenos Aires el 21 de noviembre de 1949.
Su biografía dice: Después de completar estudios universitarios en la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires (1968-1973) realizó estudios teológicos en el Seminario Arquidiocesano de Paraná (1973-1976), y recibió la ordenación sacerdotal de manos de monseñor Adolfo Servando Tortolo el 13 de noviembre de 1976. Desde entonces se desempeñó como sacerdote diocesano incardinado en la arquidiócesis de Paraná y durante los gobiernos pastorales de los Arzobispos Adolfo Tortolo, José María Mestres y Estanislao Karlic.
Benedicto XVI lo designó arzobispo de Paraná el 4 de octubre de 2010, función que asumió el 4 de marzo de 2011.
La llegada de Puiggari a Paraná -en realidad, un regreso: antes había sido obispo auxiliar, hasta que en 2003 fue nombrado obispo de Mar del Plata- supuso el fin del período de “transición” que marcó el gobierno de la Iglesia local por parte de Mario Maulión: al prelado santafesino le tocó suceder a Karlic, un teólogo vastamente reconocido y respetado en toda la Iglesia que presidió durante dos períodos consecutivos el Episcopado (entre 1996 y 2002), que fue uno de los redactores del Catecismo y que ha tenido activa participación en los últimos sínodos. Puiggari estuvo dos décadas.
Maulión, de escaso vuelo teológico en sus homilías, exhibió un perfil moderado, y aunque en sus discursos no se olvidó de reclamar una justa distribución de los bienes y una atención especial a los más necesitados –en la fiesta de la Virgen del Rosario de 2009 habló del “escándalo de la pobreza”— evitó apartarse de los dogmas de la Iglesia. Así, batalló contras las leyes locales que pretendieron instalar la “perspectiva de género” en el plan de educación sexual escolar, condenó los programas de salud reproductiva y, últimamente, se puso al frente de la campaña contra la ley finalmente sancionada que instauró el matrimonio gay.
Antes que Maulión estuvo Estanislao Esteban Karlic, y los tres -junto a Puiggari- quedaron marcados por el escándalo: el juicio y condena al cura Justo José Ilarraz a 25 años de cárcel por abuso y corrupción de menores en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo.
Ilarraz fue condenado en 2018 y esa condena fue refrenada por la Cámara de Casación Penal: en su voto, el juez Alejandro Cánepa reprochó el encubrimiento de la Iglesia. Dijo que las víctimas «vivieron una verdadera defraudación de su confianza y de sus expectativas, por parte de las autoridades del Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo, adonde habían ido a formarse para el sacerdocio, y también de la Iglesia, al verse desprotegidos de los abusos de Ilarraz, “ya que no es cierto que las víctimas de autos no denunciaron a Ilarraz en tiempo oportuno, o que no hayan dado cuenta a otras personas de lo que Ilarraz les estaba haciendo, sino que aquellas ante quienes lo hicieron o quienes pudieron tomar conocimiento de tales situaciones, se preocuparon por mantenerlas en secreto, reserva y sigilo, lo que llevó a que tales hechos nunca salieran a la luz, nunca traspasen la órbita burocrática de la Iglesia Católica local, y no llegaran a oídos de la Justicia, o de cualquier autoridad administrativa estatal y/o educacional, o incluso de los propios padres de las víctimas”.
En el juicio al cura Ilarraz -está con arresto domiciliario al aguardo de que la Corte Suprema de Justicia de la Nación- Puiggari dijo que tomó conocimiento de los abusos «entre fines de 1994 y comienzos de 1995», y niega haberse enterado antes. Una vez que lo supo, inició una rara tarea en el Seminario.
«Luego de tomar conocimiento de lo ocurrido, inmediatamente se lo comuniqué al Arzobispo de Paraná, y comencé a solicitar testimonios por escrito de los seminaristas sobre hechos o conductas extrañas o fuera de lugar que hubieran percibido y que estuvieran relacionadas con el Pbro. Ilarraz, con el fin de recolectar elementos para iniciar una investigación canónica. Esta investigación comenzó efectivamente en 1995. Durante la misma se recabaron las denuncias de otras dos víctimas -en total, tres, dice, NdelR-, una de las cuales no estaba ya en el Seminario».
El arzobispo sostuvo que anotició a su sucesor, Mario Maulión, pero de un modo particular. Cuando asumió Maulión, «yo ya había sido nombrado obispo de Mar del Plata, aunque todavía no había tomado posesión. Canónicamente cuando uno es nombrado, cesa automáticamente de tener jurisdicción en la diócesis anterior, o sea Paraná. Por lo mismo, no me correspondía darle el traspaso (a Maulión), no obstante porque él me pidió que lo ayudara unos días antes de irme, le comenté algunos temas pendientes y le mencioné que en el archivo había un legajo sobre Ilarraz que convenía que lo viera».
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