Rubén Rolando Robol es un jubilado de 69 años que lleva a la Academia a todos lados. Ploteó su auto con la imagen de su ídolo, Lisandro López.
Robol nació en Clorinda (Formosa). Su padre era gendarme y esa profesión los llevó hasta Chajarí, donde Rubén vivió muchos años y donde aún tiene familiares, entre ellos su hermana Stela que sí nació en esta ciudad. Su fanatismo por Racing lo ha llevado a ser protagonistas de varias noticias que tomaron trascendencia nacional. Esta es una más.
Hay promesas en el mundo del fútbol que se basan en tatuajes impactantes, banderas con pedidos de disculpas, dietas insólitas o sacrificadas caminatas a Luján. Muchos se animan a realizar locuras que van más allá de cualquier comportamiento racional. Y ese es el caso de Rubén Rolando Robol, un fanático de Racing que unió su pasión con el auto que lo traslada a diario a la filial que fundó en Escobar y lleva el nombre de Franco y Bruno Zuculini.
Tal lo señala Infobae, su iniciativa no tuvo ninguna improvisación. En el pasado ya había ploteado sus vehículos personales con las figuras del club de sus amores. Su primera camioneta llevaba la inscripción de La Guardia Imperial “una pasión inexplicable”. En el parabrisas de la Volkswagen podía leerse La Academia y encima del equipo del aire acondicionado había escrito dos palabras en referencia a la decisión que había tomado Diego Simeone cuando cumplió el sueño de jugar en el Cilindro: “Gracias Cholo”.
“Después me arrepentí, porque en un partido contra River en el Monumental, cuando era el técnico de ellos, pidió que le sacaran la segunda amarilla a Franco Zuculini. Ahí le hice la cruz ¿Cómo pudo hacer algo así alguien que había jugado en el club? Me calenté y lo reemplacé por Franco Sosa”, recordó Robol.
Su amor académico volvió a plasmarse en una Berlingo con el póster de los Zucu, y en la actualidad tiene un Polo modelo 2016 que lleva el recuerdo de Tita Mattiussi (“Tita siempre está”), Licha López, el Chino Saja y dos frases que ejemplifican su locura: “Aguante Racing” y “Grande es aquel que para brillar no necesita apagar la luz de los demás”.
Robol trabajó toda su vida en Dalmine Siderca. Con 69 años está jubilado y es socio vitalicio de la entidad de Avellaneda. En el pasado fue tesorero de la filial Turco García de Campana, pero luego creó su propia agrupación en Escobar, que lleva el nombre de los hermanos Zuculini y con el padre de los jugadores desarrolla distintas actividades con fines solidarios.
“Colaboramos con el comedor San Cayetano, que alberga a 55 chicos de la zona. Marcelo (el papá de los Zucu) es capaz de conseguir 25 kilos de milanesas en un día y llevarla para que los pibes no pasen hambre. Siempre está atento. Lo mismo con las zapatillas: una vez me preguntó cuánto calzaba cada uno para que nadie se quedara sin un par. Es una familia espectacular”, explicó.
Moverse en el academiamóvil le genera demoras inesperadas que van más allá del tránsito habitual. Además de los cortes que generalmente se dan en la Panamericana por reclamos sociales o los accidentes que forman extensas caravanas en zona norte, Robol debe someterse a los pedidos de fotos de otros fanáticos que se cruzan en su camino al observar su llamativo auto.
“Cada vez que voy a cargar nafta a la YPF del puente Zárate brazo largo tardo más de 40 minutos con los vecinos que me piden hacerse selfies con el coche”, relató con orgullo.
Hace tres semanas, cuando circulaba por Avenida Lavalle y Bernardo de Irigoyen, se sorprendió cuando el chofer de un colectivo lo obligó a detener su marcha para abandonar el bus completo de pasajeros y acercarse personalmente hasta el vehículo albiceleste.
Su pareja de toda la vida lo considera un enfermo de Racing y él argumenta sus locuras al asegurar que los ploteos sirven para proteger la carrocería. “La chapa queda impecable”, advierte con total normalidad. Sin embargo, también reconoce que a la hora de vender sus rodados tuvo que hacer un trabajo especial: “Me pasé horas con el secador de pelo de mi señora tratando de sacar todo. Por suerte sale bien y queda como nuevo”, apuntó.
La imagen de un Licha sonriente, con su dedo índice en la sien como tantas veces se lo ha visto celebrando un gol en el Cilindro, ocupa la mayor parte de la carrocería. Rubén Rolando Robol cumplió con su promesa. Y cuando el delantero se enteró del humilde y silencioso homenaje, no podía dar crédito a semejante locura.
“Todavía no lo pude ver a Lisandro, pero me prometió que iba a venir a comer un asado en casa. Después pasó lo de la pandemia y en el último tiempo el pobre perdió a su papá. Seguramente ahora se retire del fútbol. Nos dejará a todos los hinchas de Racing un gran vacío, como la vez que se retiró Milito. Igualmente, sabe que siempre será bienvenido en el Cilindro”, explicó el experimentado simpatizante. Y no duda en pensar sobre futuros tributos a jugadores del plantel actual: “Tal vez el próximo sea Enzo Copetti. Aunque a Iván Pillud también lo admiro mucho; porque a pesar de ser un jugador de medio pelo, tiene un corazón enorme. Del mismo tamaño que el de Saja, que es una grandísima persona”.
El Chino dejó un recuerdo enorme en el club. Al igual que Lautaro Martínez, Gabriel Hauche y tantos otros protagonistas que Rubén siguió desde la platea. Él espera ansioso que terminen las restricciones para poder volver a juntarse con sus ídolos. Así como alguna vez preparó 18 costillares en la filial que albergó a Franco Zuculini y a Gabriel Mercado, en un futuro espera prender el fuego para tener entre sus invitados a Lisandro López. El último gran ídolo.
Fuente: Infobae – Chajarí al día