La joven de 18 años se animó a contar que fue abusada. Lo hizo públicamente, en ElDía y ante la Fiscalía de Martina Cedrés. Denunció a su abuelo biológico. Apenas unos días después, dos presuntas víctimas se presentaron ante la fiscal de la ciudad para relatar sus padecimientos.

ElDía publicó ayer una entrevista con Fernanda, la joven de Gualeguaychú, de 18 años, que realizó una gravísima denuncia contra su abuelo.

A 11 años del horror, y ya instalada en una nueva casa y con su nueva familia adoptiva, se siente fuerte, segura y convencida de volver a relatar lo que padeció bajo el techo de sus abuelos biológicos.

“Antonio Enrique Funes es mi abuelo biológico y es al único que acuso; mi papá biológico se llama José y él nos maltrataba mucho, tanto a mi hermano como a mí. José nos maltrataba junto a su mujer. Ellos nos dejaron a la deriva… la culpa del abuso la tiene Enrique, pero José nos dejó abandonados cuando murió mi mamá a finales del 2007”, dijo Fernanda.

“Enrique se mostraba amable, generoso y atento con todos, pero ahora se destapó todo», lanzó Fernanda.

Hoy, la noticia sobre este caso fue que el acusado de abusar de su nieta se quiso suicidar, pero esto no termina allí.

Como adelantó ElDía, nuevas presuntas víctimas se presentaron en la Fiscalía de Martina Cedrés, quien había confirmado que “la denuncia va dirigida hacia el abuelo por corrupción de menores”.

Ayer la fiscal recibió a dos denunciantes que dijeron ser víctimas del mismo hombre señalado por Fernanda. “Son abusos con acceso carnal los dos casos”, confirmaron desde Fiscalía a ElDía.

Los aberrantes hechos habrían sucedido entre 1983 y 1984, época en que la madre de estas personas mantenía una relación con el denunciado.

La denuncia Fernanda

Once años después del horror, Fernanda busca justicia. No sólo difundió su historia por redes y accedió a hablar con ElDía, sino que además juntó coraje y fue a enfrentar a su abusador.

“Toqué timbre y me atendió él. No me reconoció”, comenzó a contar y resumió: “Enrique negó todo y se hacía el que no escuchaba; y mi abuela biológica me pidió que ‘no lleve problemas a su casa’. Ella es una negadora, pero pude volver a decirle lo que me hacía ese viejo de mierda; y recordarle que yo no mentía, que le pedí ayuda y ella me dijo que nada era cierto”.

Ahora es el tiempo de la Justicia, de las nuevas denuncias, y de sanar heridas profundas que marcaron a fuego a una joven fuerte y convencida de la importancia de darse una segunda oportunidad.

 

El video viral

A través de la cuenta @feministaoficial la joven denunciante relató: “Me llamo Fernanda, tengo 18 años, nací en Entre Ríos, Gualeguaychú. Mi familia está compuesta por mis padres adoptivos, Ana y Orlando, y mi hermano biológico Federico”.

“Mi madre biológica se llamaba Silvia Raquel Marín, una mujer independiente que padeció de maltrato, abuso, acoso y fue obligada a pasar por situaciones de manera forzada y sin alternativas”.

“Justino fue una de sus parejas durante el tiempo que mis padres biológicos se separaron, nos cuidó de manera voluntaria y cumplió el rol de padre cuando Silvia falleció. Mi padre biológico se llama José María Funes, nunca cumplió el rol que debía, es un proxeneta, abusivo, golpeador, incluyendo a su pareja, Marta, en ese trayecto que viví con ellos. Me han dejado cicatrices corporales y a la vez psicológicas.

Mi abuelo paterno, Enrique Antonio Funes, hace aproximadamente doce años, siempre se mostraba ante la mirada de terceros como un buen hombre, atento, cariñoso, pero detrás de esa máscara existe en realidad otra persona.

Y ahora te hablo a vos Enrique, déjame hacerte memoria… (suspira) ¿Recordás la hora de la siesta, cuando yo estaba en el cuarto jugando y vos entrabas a despedirte porque te ibas a trabajar? Te sentabas en la esquina de la cama y me decías que te de un beso de despedida, y yo te besaba la mejilla. Vos me decías más cerca de la boca apuntándote con tu dedo, y yo te daba un beso más cerca. Entonces me decías: ahora más cerca, besame la boca, y yo te decía que no quería hacer eso porque no me gustaba; y vos me agarrabas de la boca y me obligabas de manera forzada a que te besara. Después te ibas como si nada.

Cuando venías de trabajar me sobornabas regalándome dulces para que yo minimizara los hechos y creyera que era lo correcto…»

«¿O acaso recordás otra siesta, cuando mirabas televisión y yo me quedaba a mirar porque era entretenido lo que veías, y me hacías sentarme en tus piernas. Recuerdo claramente cuando yo tenía una falda puesta. Vos apoyabas tu mano en mi rodilla y me preguntabas intimidándome si me molestabas, y yo te decía que no. Entonces subías tu mano aún más arriba y me decías: ¿ahí te molesta?, presionando mi pierna. Entonces volvías a decirte que no, por temor. Llegó un momento que tu mano terminó en mi vagina, y vos hacías mucha presión ahí, y yo me quejaba porque me dolía mucho. Cuando me quejé fuerte me sacaste de arriba tuyo porque Celia escuchó mi queja y entonces yo, inmediatamente, me encerraba en el baño hasta la hora que te tenías que ir porque tenía mucho miedo a que me sigas haciendo daño.

A la noche empezaste a mirarme mientras dormía, y hubo otros días que me destapabas, me acariciabas el pecho, el short y la vagina. Cuando sentía eso me movía para que no me sigas haciendo doler con las supuestas caricias de amor de abuelo. No podía dormir por las noches y sentía miedo de gritar por temor a recibir más golpes de los que ya había recibido”. (ElDía)

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