Si tienes un comodín, tienes suerte.
Al menos si estás jugando con naipes, ya que esta carta encaja en cualquier jugada de forma favorable a quien la tiene en su poder.
Sin embargo, el comodín no parece cumplir la función de ser la carta mágica dentro del idioma español.
«El comodín es bueno cuando es una carta, pero para los lingüistas es malo cuando es una palabra», dice Alberto Gómez Font, lingüista de la Academia Norteamericana de la Lengua Española
Pero ¿qué son los «verbos comodín»? Y ¿por qué molestan tanto?
«Sirven para todo»
Un «verbo comodín» es un verbo que se usa mucho, tanto que acaba por desplazar a otros más específicos.
«Si el comodín es la carta que encaja en cualquier juego, la palabra comodín es aquel nombre, verbo o adjetivo, de sentido bastante genérico, que utilizamos cuando no se nos ocurre otra palabra más específica», dice Daniel Cassany, profesor de Lengua y Literatura en su libro «La cocina de la escritura».
«Son comodín los que sirven para todo, y que se pueden utilizar siempre, pero que precisan poco o nada el significado de la frase», describe.
Estos verbos son «decir», «hacer», «poner» y «tener», por nombrar algunos.
Por ejemplo en vez de:
- Al entrar puso la mirada en el automóvil rojo.
Sería más apropiado reemplazar por:
- Al entrar fijó la mirada en el automóvil rojo.
O en el caso de:
- Se invitó al homenajeado a que dijera unas palabras.
Se sugiere sustituir por:
- Se invitó al homenajeado a que pronunciara unas palabras.
«Verbos asesinos»
Los «verbos comodín» están presentes todo el tiempo en boca de todos.
«Los usuarios de la lengua ya sea en la redacción de texto o en la conversación los utilizan por comodidad o por ignorancia en lugar de otros términos más adecuados al contexto», asegura Gómez Font a BBC Mundo.
Pero lo cierto también es que no se está cometiendo un error al utilizarlos.
«Se trata de una cuestión de estilo. No se contraviene ninguna norma usando un verbo comodín. Sencillamente se está tomando el camino más fácil», señala el lingüista.
Y aparentemente algunos de estos «verbos comodín» causan más rechazo que otros.
«Hay tres verbos a los que les tengo odio y los llamo asesinos. Son tres en particular cuya existencia me molesta tanto que si tuviera la posibilidad los prohibiría por ley», opina de una manera enfática Gómez Font.
Ellos son «realizar», «iniciar» y «finalizar».
¿Y cuál es el crimen de estos verbos?
Que «asesinan», desde el punto de vista metafórico, a muchos otros.
«Por su culpa los hispanohablantes no usan otros 30 o 40 verbos según el contexto que irían bien en cada situación de comunicación», describe el lingüista.
Por ejemplo se dice «van a realizar una visita«, en vez de «visitar» o «hacer una visita«. O «realizar un almuerzo de trabajo«, en vez de «celebrarlo».
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Y con «iniciar» y «finalizar» pasa algo parecido.
«Últimamente todo se inicia y todo se finaliza, y nada se inaugura, se emprende, se comienza, se abre, y nada se termina, ni se clausura, hay incluso plazos que finalizan cuando deberían vencer o expirar», afirma.
¿Por qué no hay que usarlos tanto?
Tener un comodín en un juego de cartas es sinónimo de suerte.
Los lingüistas desaconsejan el uso excesivo de los «verbos comodín» porque deterioran e idioma.
«Si se abusa de ellos, empobrecen la prosa y la vacían de contenido«, escribe Cassany en «La cocina de la escritura».
Mientras que Gómez Font opina que hay que dejar estos verbos de lado para conseguir una comunicación más elegante.
«Existe una lista de palabras que conocemos y que no usamos… ¿Y por qué no la usamos? Porque está ahí como arrinconada, llena de telarañas y en su lugar vencen los términos comodines que son los más facilones», asegura.
«Se dice que para hablar bien español, un hablante medianamente culto debe manejar unas 3.000 palabras distintas. Es cierto que se puede mantener una comunicación con 400. Pero cuanto menos palabras se conocen, menos se conoce la lengua«, concluye.
Analía Llorente, BBC Mundo.