Alarma por la cantidad de accidentes graves y fatales en trabajos rurales

Hasta hace unos años era el rubro de la construcción donde se generaban mayores situaciones de riesgo, pero el campo lo desplazó

Hasta hace poco, uno de los rubros que en la provincia registraba mayor cantidad de situaciones de riesgo y donde se generaban más accidentes graves, que incluso llevaron a la muerte a muchos de los brindaban su fuerza de trabajo en el mercado laboral, era el de la construcción. Sin embargo, con una fuerte intervención sindical y mayor capacitación de los obreros, entre otros factores, esta realidad se modificó, y hoy es el ámbito rural donde se producen más incidentes, que pueden provocar en el empleado desde una discapacidad hasta enfermedades crónicas o incluso la muerte.

Desde el área de Seguridad e Higiene de la Secretaría de Trabajo de la Provincia señalaron a UNO: «Hoy por hoy es la actividad agropecuaria la que está teniendo muchos inconvenientes, por la generación de accidentes graves sobre todo. Se dan casos de mutilaciones de miembros y hasta fallecimientos de trabajadores por diversos factores; hay electrocuciones, aplastamientos, ya sea por máquinas o animales, básicamente».

Las lesiones en el medio rural pueden ocurrir en varias circunstancias, pero las más comunes son provocadas por maquinaria como tractores, cosechadoras, tolvas, chimangos, motoguadañas, motosierras, silos, entre otras.

El trabajador rural también está expuesto a caerse de un caballo, o recibir patadas, o sufrir agresiones de otros animales. Por otra parte, los plaguicidas también revisten un peligro constante y son causa de intoxicaciones severas y hasta mortales; incluso muchos de los productos que se utilizan, en contactos leves pero reiterados, pueden originar diversos efectos sobre la salud.

Si bien en la Secretaría de Trabajo aclararon que no hay datos estadísticos actuales, ya que el empleado damnificado tiene dos años para hacer el reclamo entre las comisiones médicas, comentaron que hay accidentes que suelen incrementarse en los períodos de desarrollo de las actividades estacionales que movilizan una gran cantidad de mano de obra, sobre todo en los tiempos de cosecha. No obstante, indicaron: «Si uno va desglosando en el año, es parejo en toda la provincia».

En la delegación provincial del Registro Nacional de Trabajadores Rurales y Empleadores (Renatre) señalaron a UNO que en Entre Ríos hay aproximadamente 20.000 trabajadores rurales, y más de la mitad son discontinuos: «Son aquellos que por lo general se registran en etapa de cosecha, por ejemplo», refirieron.

La cifra se abulta si se considera que en el ámbito rural el empleo informal es una constante. «Se calcula que es altísima la cantidad de trabajadores informales que hay en el agro. Y por otro lado muchos empleadores encubren una relación de dependencia con la figura del monotributista, donde el dueño del campo le paga un seguro de accidentes personales a la persona que le maneja la pulverizadora o la cosechadora por dos o tres meses, dependiendo de lo que le pida. Pero ese trabajador no tiene cobertura social», comentó Néstor Alfaro, licenciado en Seguridad y Salud Ocupacional.

En el marco del trabajo no registrado tampoco pueden generarse estadísticas fehacientes de la cantidad de accidentes que se suscitan en este contexto. «El campo siempre ha sido engañoso con sus estadísticas, porque al haber tanto trabajo informal las Aseguradoras de Riesgo de Trabajo (ART) no registran estos siniestros y los damnificados se atienden en los servicios públicos, como hospitales y centros de salud», dijo, y explicó: «Siempre se habló de que el agro era la actividad con más riesgos, con más siniestros graves, y ahora que bajó mucho la siniestralidad en la construcción, el trabajo formal en el campo alcanzó a la construcción, pero además sigue siendo alto el informal, con accidentes muy graves y fatales».

El especialista comentó que si bien son menos frecuentes los casos en los que el trabajador pierde la vida, sí son habituales los accidentes, y aseguró: «Los atrapamientos y pérdida de dedos, de manos o brazos con una correa, o una polea, se ven muy seguido en los hospitales públicos de la provincia. Hay peones que llegan con alguna parte del cuerpo destrozada».

Alfaro analizó que «en la mayoría de los casos el empleador responde, pero solamente para la atención médica», y afirmó: «Por lo general no hay reparación indemnizatoria al no estar registrado y no contar con una ART. Al sufrir por ejemplo la pérdida de un brazo es poco probable que vuelva a trabajar; en cambio, si tuviese cobertura de una aseguradora podría ser recalificado o reubicado en otro puesto».

Si bien el profesional destacó que en muchos aspectos se ha mejorado en torno a la seguridad en los ámbitos rurales, sobre todo en lo que refiere a las maquinarias y los procedimientos para realizar fumigaciones, que es otro tema que preocupa debido a las intoxicaciones y los efectos nocivos para la salud del trabajador a mediano y largo plazo: «El inconveniente con los efectos de los agroquímicos y las fumigaciones es que a diferencia de un martillazo en el dedo o un corte, es algo que no se evidencia hasta que no pasa el tiempo y no hay una manifestación del organismo, por eso no le dan importancia hasta que es demasiado tarde, cuando ya hay intoxicación o una enfermedad crónica».

No obstante, aclaró: «Hoy se ha mejorado considerablemente en este aspecto y se usan máquinas que cuidan muchísimo al conductor, que ya no está en contacto con el producto y son menos probables las salpicaduras, por ejemplo. Lo que por ahí pasa es que cuando hay informalidad no se declara todo lo que se fumiga, y no se hace el procedimiento con receta, van poniéndole a ojo las cantidades del producto y se generan contaminaciones».

«La informalidad es un problema, pero hay un círculo vicioso, donde el empleado accede a trabajar en negro porque hace un arreglo con su empleador, quien para evitar los altos costos de las cargas sociales le ofrece pagarle más. Para el trabajador es más dinero que se lleva al bolsillo en esas condiciones, y adhiere porque todos pensamos que no nos va a pasar nada», subrayó, y agregó: «Se da una desestimación del riesgo y quien realiza tareas en el campo piensa que la máquina o el tractor es su compañero de trabajo y deja de tenerle respeto, tiene confianza en el equipo, hasta que un descuido hace que la máquina lo lastime, y tienen tanta potencia, tanta fuerza, el daño que se genera siempre es importante».

Otra cuestión que muchas veces no se cumple es el respeto de un horario laboral, y sobre este punto comentó: «Hay provincias que tienen legislado este tema y se cumple la jornada laboral, pero en Entre Ríos no, es de sol a sol. En la provincia eso está bastante desregulado por falta de control y fiscalización del Estado, y porque no ha habido adhesiones a normas nacionales. Son decisiones políticas que se tienen que tomar para que eso no ocurra», enfatizó.

En el mismo sentido, su colega Stella Colman opinó: «Creo que el ámbito laboral del agro en general siempre fue desatendido y lo está todavía. Quizás tenga que ver con que en contextos rurales se trabaja de manera un poco más improvisada y mucha gente no está registrada». En este marco, destacó: «Si un empleador registra a un trabajador, automáticamente tienen que ponerle una cobertura e incluirlo en un seguro de riesgo de trabajo».

Asimismo, indicó: «Hay muchas cosas que no se dicen, hay pocas estadísticas en referencia a la situación de la seguridad e higiene en el trabajo en referencia al campo, donde se da además esta experiencia de que hay trabajadores que son transitorios».

Por último, la profesional indicó que además de lo accidentes laborales, se deben atender otras cuestiones que afectan la salud ocupacional de los trabajadores, que pueden manifestarse a mediano y largo plazo. (UNO)

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