En diciembre le confirmaron que era hija de desaparecidos. A las pocas semanas logró reencontrarse con su abuela en Concepción del Uruguay. En diálogo con Elonce TV, narró cómo descubrió su identidad.
En diciembre del año pasado, las Abuelas de Plaza de Mayo confirmaron la aparición de la nieta 126 y rápidamente se conoció que es la hija de Edgardo Garnier, oriundo de Concepción del Uruguay, y de Violeta Ortolani, de La Plata, desaparecidos durante la dictadura.
Adriana sabía que era adoptada y se presentó de forma espontánea y voluntaria para realizarse los estudios de ADN y cotejar la muestra con el Banco Nacional de Datos Genéticos. Así es como se logró evidenciar todo el proceso de contrastación de identidad.
A las pocas semanas, se reencontró con su abuela paterna, de 86 años, a quien en ese entonces describió como «una divina, es una persona hermosa».
En el marco de conmemorarse este sábado el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, el programa Mediodía de Noticias, de Elonce TV, dialogó con ella.
La búsqueda de su identidad, según narró, «fue de toda la vida. Siempre sentí como que había algo que no iba, pero quería ser hija de mis padres de crianza. Cuando ellos fallecieron empecé a tener dudas. Le pregunté a mi tía por ciertas cosas que no me cerraban y me terminaron confirmando que era adoptada. Después me surgió la sospecha de que podía ser hija de desaparecidos y así fue».
Los primeros exámenes médicos le dieron negativo. «Decidieron seguir investigando paralelamente porque el mapa genético no estaba completo. Tuvieron que exhumar el cadáver de mi abuela, pero a mí no me dijeron nada. Tras dos años me llamaron para transmitirme la feliz noticia».
Cuando conoció a su abuela, Blanca Díaz de Garnier, asegura que «se me completó la vida. Siempre sentí que me faltaba algo y era mi familia y mis orígenes. Ahora me siento una persona íntegra, completé mi identidad. Estoy feliz con la familia, con saber que tengo una abuela a los 41 años, es algo maravilloso».
Hablan cada dos o tres días por teléfono, cerca de tres horas. Una vez por mes viaja a Concepción del Uruguay para encontrarse con ella. «Tratamos de recuperar el tiempo perdido. Si bien hace un poco más de tres meses que recuperé mi identidad, siento que a mi abuela la tuve de toda la vida. Es algo increíble, me siento muy cómoda e identificada. Es una relación abuela-nieta, me aconseja y me volví a sentir una niña», indicó.
En ese ir y venir, reconstruye la historia de sus padres a través de los testimonios que les brindan aquellos que los conocieron. «Gracias a todos ellos puedo recomponer mi propia historia, saber lo que no conocí de ellos y de mi pasado», agregó.
A cada 24 de marzo, desde ahora, lo vive de manera más especial. En ese sentido, aseguró que «soy consciente de lo que soy. Ahora me toca de manera directa el tema. Voy a marchar con mis primas y todos los que se sumen».
A aquellos que tengan dudas respecto a su identidad les pide «no tener miedo a la verdad. Si tienen alguna duda busquen respuestas. Lo que hace mal es la mentira, no la verdad. Lo que encuentren los va a ir acercando de a poquito a la verdad. A mí me cambió la vida para bien». (El Once)