«La foto es auténtica. Fue en una comparsa en 1981», explicó Rivas a raíz de una imagen que apareció en facebook.
Abogado exitoso, viajero, historiador, político, navegante, docente y periodista de alma, Gustavo Rivas tenía un amor idílico: su perra Ludovica, a la que enterró debajo de un manzano cuando murió. Así lo define una entrevista publicada en el diario El Día, en 2013, donde Gustavo Rivas dio detalles de su carrera profesional, académica y política. Hasta hace pocas horas, logró sostener esa máscara que lo mostraba como un hombre profundamente altruista, todo un filántropo entusiasmado, principalmente, por la “dirigencia deportiva”, aunque nunca haya practicado ningún deporte. Sucede que el ciudadano ilustre de Gualeguaychú podría haber encontrado en clubes y comparsas un perfecto “coto de caza”, según indicó a Perfil Eloy Pérez, una de sus numerosas víctimas.
“Los cálculos más moderados indican que, por lo menos, corrompió a más de 2.000 adolescentes de entre 15 y 16 años, entre 1970 y más allá de 2010”, según reveló la revista ANÁLISIS, tras una investigación que destapó el secreto mejor guardado de la ciudad entrerriana por 40 años.
El abogado, acusado por pedofilia en Gualeguaychú, proviene de una familia poderosa de la ciudad entrerriana, donde el rumor de los abusos corría pero no se denunciaban. “El silencio que se hizo sobre los abusos avergüenza a todo Gualeguaychú”, indicó Pérez, quien conoció a Rivas “de muy chico”.
“Le atraían los adolescentes y lo sabía todo el mundo”, agregó. “Usaba estrategias para taparlo. Es un gran manipulador –manipuló a todo un pueblo–, un estratega que, además, daba dádivas, adornaba con plata para que la gente no lo denunciara. Aprovechaba su situación acomodada para cometer los abusos. Es un tipo muy formado y una porquería, un perverso”.
Las excursiones sexuales de Rivas no eran ocultas. “Yo lo conocí en los ‘80. Con un grupo de amigos íbamos a navegar por el río en su yate y estaba todo bien y, de repente, pasaba. Se armaban fiestas”, relató.
El abogado no forzaba la situación, sino que la propiciaba. “Nos ofrecía cuestiones que nosotros teníamos prohibidas: noche, alcohol, paseos por el río, regalos. Accedíamos. Era un tipo soltero, con plata. Uno en ese momento se sentía partícipe, pero en esa etapa de la vida estás buscando tu identidad y él nos manipuló. A mí me manoseó, pero fui testigo de otras situaciones con otros chicos”, expuso.
¿A qué se debe la tolerancia? “Era un bonachón tremendo, un profesional respetado, simpático y campechano. Tenía una doble fachada. La gente lo quería. Y yo también puedo acusar al olvido, por una negación. Lo querés dejar en el olvido. Me angustia pensarlo. En el momento, te sentís partícipe, era confuso. Ahora lo recordás y te das cuenta que era una cosa asquerosa. En esa época yo no sabía qué era la pedofilia”, reconoció Pérez.
Durante el allanamiento en su casa, asomado tímidamente a la puerta de su casa, Rivas ensayó su defensa: “En un 95% es falso”, dijo sobre la denuncia. “Lo vi todo muy exagerado, muy armado”, señaló a una periodista local.
En su casa, la policía secuestró más de cien videos y fotos en DVDs y VHSs. Según la denuncia, Rivas filmaba y fotografiaba a sus víctimas para después extorsionarlas.
“Todavía desconocemos el contenido de los videos y no podemos conjeturar nada sobre las fotos”, explicó la fiscal Martina Cedrés tras el operativo. “Se necesita el relato de las personas que se puedan identificar y que se declaren víctimas o afectadas por las fotos”, indicó. (Análisis)