Médicos explican que el también llamado ataque cerebral es una emergencia tiempo-dependiente en el que si se actúa con celeridad se pueden evitar y disminuir secuelas. En el país ya se aplican nuevos protocolos para mejorar la atención.
Hace casi dos meses, el reloj de Teodora marcaba las seis de la mañana de un día que prometía ser parecido a cualquier otro. Ella, que se reconoce inquieta cuando duerme en su cama, quiso girar a su izquierda, pero no pudo. Así notó que no era capaz de mover la parte derecha de su cuerpo y que tenía dificultad para hablar. Como es hipertensa, no tardó en sospechar de un accidente cerebrovascular (ACV). Cuando se incorporó, llamó a emergencias y la ambulancia llegó a los 10 minutos. Una vez en el centro especializado, le confirmaron que tenía un ACV. En estos casos, como en cualquier otro de estos eventos llamados también ataque cerebral, stroke o ictus, es importante no perder el tiempo ni demorar la atención para evitar daños permanentes o incluso la muerte. Hoy está feliz de mostrarse sin secuelas, gracias a que solo pasaron 45 minutos desde que la recibieron hasta que terminaron de atenderla.
Uno de sus médicos, Adolfo Savia, Jefe de Servicio de Urgencias del Sanatorio Anchorena, indicó a ámbito.com que «el ACV es una emergencia tiempo-dependiente, y, si se actúa con eficiencia y rapidez, se puede cambiar el pronóstico de una persona». Y agregó que con cada minuto que se ahorra, mejor calidad de vida tendrá el paciente.
¿Pero qué es exactamente un ACV? Es un episodio en el que se detiene el flujo sanguíneo a una parte del cerebro y al no recibir nutrientes y oxígeno, las neuronas pueden morir y dejar daño permanente o un desenlace fatal. Los hay de dos tipos: en primer lugar está el isquémico, que representa el 87% de los casos y se da cuando un vaso sanguíneo se ve bloqueado por un coágulo de sangre. El otro es el hemorrágico, que abarca el 13% restante y ocurre cuando un vaso sanguíneo del cerebro se debilita y se rompe. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el mundo se produce un ataque cerebral cada cuatro minutos, mientras que en Argentina los ictus representan la tercera causa de muerte en promedio.
La doctora María Cristina Zurrú, médica especialista en Neurología del Hospital de Clínicas José de San Martín, explicó que «los ACV hemorrágicos son los más difíciles de prevenir, pero se pueden disminuir las chances de sufrir un ataque isquémico con controlar los factores de riesgo como la hipertensión arterial, la diabetes, los trastornos lipídicos y los hábitos de vida no saludables como el sedentarismo y el tabaquismo».
Pero una vez que se presentan, no hay tiempo que perder. Un estudio publicado en 2013 en la revista especializada Journal of the American Heart Association (JAMA), indicó que «por cada 15 minutos ganados en la aplicación del tratamiento, disminuye la mortalidad en un 4% y aumenta otro 4% la probabilidad de sobrevivir al ictus sin secuelas», a la par que agrega que «la probabilidad de un resultado favorable es mayor si se ganan 30 minutos al inicio de los síntomas que si se gana ese mismo tiempo más tarde».
Si bien en algunos casos de ACV isquémico la ventana de tratamiento consta de tres horas y en otros de cuatro horas y media, en todas las situaciones es mejor llegar antes. Zurrú explicó que «por cada minuto que transcurre en un ACV, se pierden 1,9 millones de neuronas».
«Lo ideal es tratar al individuo dentro de las tres horas del inicio de los síntomas. Si se llega a esa marca, se deja a uno de cada cuatro sin ninguna secuela. Si lo hago en 180 minutos, ya pasan a ser uno de cada 8 o 9. Estos lapsos de tiempo son posibles porque el cerebro no se infarta todo junto; una parte lo hace rápido y hay otra que debemos mejorar su irrigación para salvar neuronas, por lo que hay que actuar con celeridad», remarcó.
Pero más allá de que cada vez exista más información sobre los síntomas del ACV, aún se llega tarde. Es por eso que en el país se presentó una iniciativa para agilizar y mejorar la respuesta al stroke, que incluye la estandarización de protocolos y la capacitación de enfermeros para responder de forma multidisplinaria. Se trata de Angels, un proyecto realizado en conjunto con la Organización Europea de Stroke (ESO, por sus siglas en inglés) que apunta a un diagnóstico correcto del ictus en el hogar, la elección del hospital más adecuado, el transporte de emergencia y la notificación previa al centro de derivación, para dejar todo listo.
«Esta iniciativa apunta a que el paciente con stroke agudo sea tratado en el momento correcto, en el lugar correcto y de la forma correcta por un grupo interdisciplinario conformado por neurólogos, médicos de ambulancia y médicos que hacen imágenes, entre otros. Queremos hacer crecer en Argentina y en Latinoamérica esta propuesta que optimiza resultados», sostuvo Cecilia Ceballos, gerente médica regional para la línea Angels , un proyecto que cuenta con el apoyo de Boehringer Ingelheim.
La emergencia, en tiempo real
Según especificó Savia, es importante identificar los síntomas para que la persona o un acompañante llame al servicio de emergencias: dolor de cabeza súbito y muy agudo sin una causa aparente, problemas repentinos al caminar, mareos, pérdida de equilibrio y coordinación, y problemas de visión en uno de ambos ojos.
Una vez que llega la ambulancia, los paramédicos deberán pedirle al paciente que levante ambos brazos, y comprobar que ninguno de los dos se caiga o se entumezca; después deberá solicitarle que sonría y muestre todos sus dientes, para verificar que no haya asimetría en los labios y por último, darle la consigna que repita una frase simple, con el fin de chequear que no presente dificultades en el habla o en la compresión (dicción trabada, vocablos no correspondientes al idioma, invertir las palabras o que el afectado no entienda la indicación que se le da). Si ocurre al menos uno de estos tres síntomas, se debe sospechar de ACV.
Pero existen otros cuadros con síntomas similares, como la hipoglucemia. Es por eso que los paramédicos siempre realizarán un pinchazo en el dedo para descartarlo. «Una vez que esto sucede y se piensa en un ataque cerebral, se notifica al centro más preparado para tratarlo, que no siempre es el más cercano. El lugar deberá contar con los recursos técnicos y humanos así como también con los protocolos de tratamiento», señaló Zurrú. Y enfatizó en que con la notificación previa, que permite la preparación para la emergencia, «se pueden ganar hasta 15 minutos y evitar que se pierdan millones de neuronas».
«Una vez que se lleva a un centro especializado, se pasa a la realización de una tomografía. Es entonces que se va determinar qué tipo de ACV cursa la persona y si es candidata a los tratamientos que se pueden hacer, algunos con una droga fibrinolítica, otro de tipo endovascular, en el cual se destraba la arteria tapada», amplió Savia.
El médico agregó que «en algunos contextos se puede iniciar el tratamiento en el mismo tomógrafo sin esperar a volver a la cama de la sala de guardia, porque en esos cinco minutos que llevaría el traslado se pierden casi 10 millones de neuronas».
«Por eso tenemos que mejorar los procesos, que deben ser pensados como una cadena que empieza con el reconocimiento de los síntomas y termina en los consultorio del neurólogo y el kinesiólogo durante la rehabilitación de ese paciente y la prevención secundaria para reducir las chances de un próximo evento. Se debe poner todo el esfuerzo en fortalecer los eslabones del medio», concluyó.