Concepción del Uruguay: La creciente dejó más de 100 familias bajo agua

El patio del Centro de Educación Física lleno de muebles y ropa de las personas damnificadas.

Ayer evacuaron una nueva familia. Los relatos de los damnificados están atravesados por cansancio y la amargura.

Un mes ha pasado desde que las aguas del río Uruguay comenzaron a subir. El miedo vuelve a las familias damnificadas. Un vez más perderlo todo, empezar, construir y reinventarse; obligados a dejar sus hogares sin saber con qué condiciones se encontrarán; y el miedo hostiga porque la solución no llega.

Vivir así no es tarea fácil, comenta un grupo de vecinos que sufre en primera persona una nueva inundación en la ciudad y se hallan albergados en el Centro de Educación Física, espacio que montó el Municipio para alojarlos.  El drama sigue estando y el agua se lleva lo poco que lograron levantar en los meses paliativos. Primero el traslado, el llegar a un lugar desconocido, sacar el mobiliario, mudarlo y habituarse, en lo posible, para matar el tiempo y la amargura. Después los días de espera, ansiedad, padecimiento, convivencia; y al final una luz que se enciende para el retorno a casa; otro pinchazo más. Respirar hondo y seguir.

No es tarea fácil. “No sabemos cuándo vamos a volver y con qué nos vamos a encontrar. Con tanta agua ya, todo está hecho pedazos, perdido. Después de tanta lucha, es cansador”, dijo uno de los damnificados y añadió  “siempre estamos con el miedo y con el temor que vamos a volver a tener inundaciones, capaz que peor, y uno pierde lo poco que tiene”. El drama de las inundaciones inscribe otro episodio más. Los rostros de los vecinos abatidos, fatigosos, saciados por una problemática que no tienen una solución alcanzable para ellos.

Los más chicos buscan cosas para entretenerse, juegan a la pelota en los pasillos del centro, abren un mazo de cartas y tratan de usar las bicicletas en los pequeños espacios.  “De un momento al otro te cambia todo, los horarios, el llevar los gurises a la escuela, el trabajo, la comida, tus espacios. Pero ya estamos acostumbrados”, comentan En el patio del lugar los muebles, aquellos pocos que pudieron sacar de las casas, tapados con nylon. Las sogas llenas de ropa y la cocina ocupada organizando la comida del domingo al mediodía. Algunos elijen irse y pasarla con familiares, otros se quedan allí, esperando las buenas nuevas, o como diría el maestro Galeano; “que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte”. (La calle)

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