A siete años de su muerte, Fabián Tomasi sigue siendo símbolo de la lucha contra los agrotóxicos. «Encendió la llama de lucha», dijo Elio Kohan.
Este 7 de septiembre se cumplieron siete años de la muerte de Fabián Tomasi, el exfumigador entrerriano cuya historia se transformó en emblema de la lucha contra los agrotóxicos en la Argentina y el mundo. Tomasi falleció en 2018, luego de no haber podido sobreponerse a una neumonía que motivó su internación cinco días antes. Tenía 52 años.
Fabián padecía una polineuropatía tóxica metabólica severa, una grave afección del sistema nervioso que contrajo tras años de exposición a agroquímicos. A partir de 2005, comenzó a trabajar para una empresa de fumigación aérea. Su tarea, según relató en numerosas entrevistas, consistía en abrir envases con productos como el glifosato, volcarlos en tanques de 200 litros, mezclarlos con agua y transferirlos a través de una manguera a la avioneta encargada de rociar los campos de soja. Sin protección, sin advertencias, y sin saber que esa rutina lo estaba envenenando.
A siete años de su partida, su recuerdo sigue vivo. El docente y activista socioambiental Elio Kohan, quien compartió con él múltiples espacios de lucha, lo recordó en diálogo con UNO. “Rompió el cerco mediático que se intentaba acá en Argentina. La televisión italiana, alemana y francesa tomaron la voz de Fabián, esa voz bajita, rasposa, resonaba en las conciencias de las personas y la verdad que fue, es y sigue siendo el símbolo de la lucha contra los agrotóxicos. Es el símbolo de la lucha por la vida”, expresó Kohan.
Recordar a Fabián no es fácil. “A siete años de la partida de Fabián, nos cuesta decir todavía partida, porque hay personas que trascienden y que esa llama sigue viva”, afirmó el activista. “De un pronóstico de seis meses de vida, desde que le diagnosticaron la polineuropatía tóxica severa —que se animó a diagnosticarle mi amigo el doctor Roberto Lezcano— siguió, sorteó cada una de las adversidades de los estragos que estaban haciendo los agrotóxicos en su cuerpo”.
Tomasi compartió sus batallas con organizaciones, asambleas y activistas de todo el país. “Encendió esa llama de lucha en todos los pueblos que enfrentan el problema del costo humano de los agrotóxicos. Ha sido fuente de inspiración”, añadió Kohan.
La lucha que representó Tomasi también dejó huellas concretas. “En cada uno de los pueblos fue así: se batalló en la justicia, hay distintos amparos y distintas cuestiones judiciales que han ido avanzando en tema de protección a la salud de las poblaciones. La medicina se ha comprometido, se ha animado cada vez más a hablar de lo que sucedía y sucede”, sostuvo.
Para Kohan, la sonrisa de Tomasi, incluso en medio del dolor, también es parte de su legado. “Él decía que con el humor a veces se espanta la muerte, y con esa sonrisa que sacaba ante tanto dolor fue lo que nos enseñó y creo que nos dejó como legado. Él creo que sabía que, en algún momento, cuando lo recordáramos con tristeza, al toque teníamos que recordar que nos hacía reír. Y esa es una de las mayores enseñanzas: ante escenarios adversos, hay que hacerle frente y enfrentarlo con la mayor luz posible”.
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