El trigo no es la excepción, habiéndose sembrado un área total de 222 millones de hectáreas con una proyección de producción cercana a 795 millones de toneladas, ambas variables también récord.
El crecimiento de la producción en este ciclo es compensado con creces por el aumento del consumo, lo cual se traduce en existencias finales menores al ciclo anterior, equivalentes al 15% de la demanda, o bien el equivalente a solo 56 días de utilización (obviamente sin considerar las reservas en China, debido a que son muy abultadas y no tienen relevancia en el análisis del mercado, debido a su condición de importador neto), lo cual permite inferir precios sostenidos en el tiempo.
La mejora, es producto de un incremento en la producción de Estados Unidos (a pesar de su apuesta a seguir creciendo en soja y maíz), Australia, Canadá y Argentina; parcialmente neutralizado por las mermas en la Unión Europea y Rusia, en ambos casos como consecuencia de la intensa sequía que tuvo efectos negativos en el nivel de rendimientos medios.
Este último, líder en cuanto a las exportaciones mundiales, vio reducida su oferta en mas 10 millones de toneladas, que impactaron en sus envíos al exterior en forma significativa.
Por este motivo, las autoridades rusas decidieron limitar los embarques, e incrementar los derechos de exportación (impuesto variable en dólares por tonelada) a fin de evitar incrementos en los precios internos, algo de lo cual los argentinos tenemos tristemente memoria.
Del cuadro adjunto surge con claridad el efecto de la seca en Europa, que redujo en forma conjunta (UE27+Rusia) las exportaciones en más de 15 millones de toneladas, cuando la contracción del comercio entre años fue de solo 5.6 millones de toneladas.
Esto genera entre los operadores cierto optimismo en cuanto a los precios a lo largo del ciclo, en especial considerando la posibilidad de una nueva reducción de área en Rusia y Ucrania por la prolongación de un clima hostil.
Localmente, existe cierta coincidencia entre los números del USDA y las expectativas de los estimadores privados (Bolsas, operadores etc.) con una producción menor a la prevista originariamente, en torno a los 18 millones de toneladas, con un saldo a exportar cercano a 12 millones de toneladas.
Ello implica un crecimiento de la oferta por segundo año consecutivo, luego de la severa sequia del 2022/23 que limitó la posibilidad de una buena cosecha, aunque lejos del ultimo récord del 2021/22 donde se alcanzaron 22.1 millones de toneladas.
Desde la óptica del aporte del trigo a la economía, se puede concluir que una exportación como la prevista, implica un ingreso de divisas en torno a los 3.000 millones de dólares considerando la materia prima y el producto elaborado (harina, etc.).
Fuente: Gustavo López / Consultor de la Fundación Producir Conservando