El acusado de matar a su mujer delante de sus hijos pidió un juicio abreviado.
Un escalofriante relato sobre la vida que llevaban Ana Angela Barbelli y sus hijos a manos de su concubino y padre, Miguel Angel Cáceres, se conocieron ayer durante el juicio de trámite abreviado, que enfrentó el hombre acusado de dar muerte a la mujer en presencia de sus hijos de 11 y 10 años.
El acusado de Homicidio Agravado por el Vínculo y Femicidio, solicitó el juicio de trámite abreviado para “aliviarles a sus hijos” el dolor de revivir la sucedido.
La familia compuesta por Cáceres, Barbelli y sus siete hijos vivía en una casa de barrio Sagrada Familia de Rosario del Tala. La vida que llevaban era de gran penuria para la mujer y los hijos, por esos días, varios menores. La convivencia fue tremenda y aún hoy algunos de los jóvenes se reprochan no haber podido hacer nada para salvar a su madre, sobre todo el mayor Mauricio Luciano, quien siempre mediaba ante su progenitor para que no le hiciera nada a su madre. Una vez la sufrida mujer le confesó a una de sus hijas que Cáceres le había hecho perder un embarazado por los “puñetes” que le daba cuando era más joven.
Una reunión decisiva
El sábado anterior a ese fatídico lunes 14 de noviembre de 2016, Ana Barbelli había concurrido a la escuela N° 57 donde daban una charla sobre Violencia de Género. De allí salió convencida de que debía denunciar a su concubino después de 29 años de convivencia (de hecho estaban juntos desde que ella tenía 13 años y él 29) y padre de sus hijos porque no soportaba más la vida que le daba. El domingo por la tarde durante una discusión le hizo saber que el lunes lo denunciaría y lo haría sacar de la casa. Él no le dio tiempo, se pasó la noche despierto, y cuando una de sus hijas que había recibido permiso para salir regresó a eso de las 04:00 horas, lo encontró afilando cuchillos. A las 8 de la mañana entró al cuarto donde la mujer dormía con los dos menores, discutieron; salió y volvió a entrar con un machete y un hacha. Subió a la cucheta y la degolló.
La casa – jaula
Según la declaración de su hijo mayor “la celaba con los vecinos, los que pasaban por la calle, con todos” solo un hombre entraba a su casa y era uno de sus tíos por parte de padre. Estaban aislados de la familia materna, el padre solía llevar a la madre a su trabajo. Ella nunca salía sola. Uno de los chicos hacía los mandados.
Nunca vieron a su padre golpearla, no era necesario: el temor los inmovilizaba.
A punto tal que todos hacían lo que él decía sin replicar. Mauricio en ese entonces de 23 años, trabajaba y el padre le pedía lo que ganaba e incluso le cobraba para despertarlo. Si salía sin permiso, le cerraba la puerta con llave y las ventanas con alambre y debía quedarse afuera hasta que él se levantaba y decidía abrirle a las 10 de la mañana.
El joven se reprocha aún hoy no haber podido hacer nada. Ese domingo le dijo a su madre que para qué le había dicho que lo haría sacar de la casa, temiendo lo que finalmente se concretó. Después de la discusión trató por todos los medios de distraer a su padre, de hablar con él, de convencerlo de que no hiciera nada al punto de prometerle que se iba a ir a vivir con él. El padre le aseguró que así sería. “Yo confié en él y al otro día hizo eso”, dijo el joven en su interrogatorio hace más de tres años.
Amenazaba con asesinar al más pequeño
También declaró en cámara Gesell en su momento el menor de los niños quien relató lo ocurrido, manifestando que cuando vio entrar a su padre a la pieza con el machete, huyó porque pensó que lo iba a matar a él. Cáceres amenazaba con matar al niño alegando que no era su hijo.
La otra niña que estaba en el cuarto le preguntó: “¿qué hacés?”, y él la amenazó con el machete con lo cual evitó que ella hiciera algo. Concretado el horrendo crimen, Cáceres salió de su casa en la moto que habitualmente usaba Mauricio, mientras el más pequeño gritaba alertando a sus hermanos que dormían, acerca de lo ocurrido. Los chicos salieron a la calle gritando y pidieron a un trabajador municipal compañero de Mauricio que llamara a la policía. Ana Barbelli estaba muerta, desangrada en la cama cucheta de sus hijos. Ayer el hombre que ella alguna vez amó, reconoció su delito y aceptó la condena a prisión perpetua.
El Tribunal presidido por el vocal de Cámara Alberto Seró e integrado por los jueces Rubén Chaia y Fabián López Moras, manifestó que el fallo se dará a conocer el próximo 8 de marzo a las 12:30.
La calle