La miel nacional es reconocida a nivel internacional, gracias al fomento desde distintos organismos estatales por mejorar la producción.
La miel de abejas es un alimento cuya principal ventaja competitiva en el mercado, más allá de sus propiedades intrínsecas, radica en la imagen que los consumidores tienen respecto de su pureza. Efectivamente, las abejas elaboran un producto de calidad, beneficioso para el consumo humano, resultado de complejos procesos intrínsecos de la biología de estos insectos y de su ambiente circundante.
Mono o multiflorales, de pradera o de monte, de eucalyptus, naranjos o limoneros, las posibilidades de caracterización de las mieles que posee la Argentina representan una oportunidad para los apicultores. Investigadores del Programa Nacional del INTA determinaron que hay más de 80 variedades de miel que se pueden obtener y consumir en el país.
Conocer la oferta de mieles que se produce en cada región es una herramienta no sólo para generar conocimiento sobre las características físico-químicas, palinológicas y sensoriales de las mieles, sino que, además, permite agregarle valor mediante la venta diferenciada.
Factores de calidad
Los principales factores de calidad son, además de sus características sensoriales (olor, color y sabor): humedad, cenizas, acidez, azúcares reductores, sacarosa aparente, y sólidos insolubles en agua.
El aroma, gusto y color de la miel son determinados por las plantas de las cuales las abejas han recogido el néctar. Los girasoles le dan a la miel un color dorado; el trébol produce una miel blanca y dulce; y la lavanda le da un color ámbar, entre algunos ejemplos.
La miel oscura generalmente tiene un sabor fuerte y a menudo presenta un alto contenido mineral; la miel clara tiene un sabor más delicado. El color varía desde los tonos blancos hasta los pardos oscuros, existiendo mieles rojizas, amarillentas o verdosas, aunque predominan los tonos castaños-claros o ambarinos.