Un hombre, su esposa y su hija tenían un kiosco donde vendían droga

Luego de una investigación allanaron los domicilios y les encontraron una escasa cantidad de droga, pero las demás pruebas que había en la causa, principalmente las escuchas telefónicas, los comprometieron en la actividad delictiva.

Un hombre que trabajaba en una escuela, su pareja peluquera y la hija desarrollaban la venta de cocaína al menudeo en un kiosco que funcionaba como fachada en la zona céntrica de Concordia y en un departamento del barrio La Bianca. Luego de una investigación allanaron los domicilios y les encontraron una escasa cantidad de droga, pero las demás pruebas que había en la causa, principalmente las escuchas telefónicas, los comprometieron en la actividad delictiva. Para codificar sus diálogos, le decían «empanadas» a la cocaína, pero ni siquiera tenían una rotisería. Tras un acuerdo de juicio abreviado los condenaron a prisión.

Se trata de Marcelo Fabián Portaluri, más conocido como Huevo, un empleado del Consejo General de Educación de 45 años; su pareja, Margarita Cristina Acuña, de 43, y la hija de esta, Natalia Vanesa Cuelho, de 24. La Subdelegación Concordia de la Policía Federal Argentina comenzó a investigarlos en setiembre de 2015, con instrucciones del Juzgado Federal de Paraná, bajo las sospechas de que Huevo se dedicaba a la venta de estupefacientes en su domicilio de calle Laprida, más tarde en un kiosco ubicado en calle Roque Sáenz Peña, y a modo de delivery, a bordo de su auto VW Gol.

Se pudo observar que en horario nocturno concurrían a la vivienda distintas personas, y luego de contactarse con sus moradores se retiraban rápidamente, guardando «algo» en sus bolsillos. Los investigadores indicaron que Portaluri, a comienzo de marzo de 2016, instaló un kiosco en su casa que utilizaba como fachada para la venta de drogas. De hecho, sus compradores nunca fueron vistos adquiriendo productos del rubro. A mediados del mismo mes mudó sus actividades ilícitas a un local de la zona céntrica de Concordia, donde junto a otros miembros de la familia se expandían en el negocio de la cocaína.

El devenir de la investigación y la intervención de la línea telefónica utilizada por Portaluri permitieron determinar que su pareja Acuña era la encargada del resguardo y fraccionamiento de la sustancia en el domicilio familiar, quien contaba con la colaboración de sus hijos, en lo que se destacó la labor de Natalia.

En la tarde del 14 de mayo de 2016 los uniformados allanaron los domicilios de calles Laprida y Roque Sáenz Peña, y también irrumpieron en un departamento del sector C 3 del barrio La Bianca Dos Naciones, donde vive la madre de Portaluri, señalado como lugar de resguardo del dinero proveniente de la venta de drogas, donde hallaron un total de 85.500 pesos, distribuidos en el interior de un placard en una caja y una cartera, celulares y retazos de bolsa de nailon. La cantidad de droga secuestrada fue escasa, unos 27 envoltorios de cocaína, de importante calidad, dado que tenían una concentración promedio del 71%. Por eso, al ser indagados, los imputados afirmaron que tenían la droga para consumo personal.

Sin embargo las pruebas valoradas por la Fiscalía no les dejaron más opciones que confesar la verdad. El Tribunal Oral Federal de Paraná valoró siete puntos: 1º) las tareas de inteligencia daban cuenta de la incesante presencia de personas de diferentes edades y procedencia social en los domicilios; 2º) el secuestro de dinero de distintas nominaciones; 3º) la tenencia conjunta de cocaína. 4º) los diversos elementos para fraccionarla; 6) cuadernos con diversas anotaciones; y 7) los innumerables mensajes que surgen de las pericias informáticas y telefónicas.

En el acuerdo de juicio abreviado entre el fiscal general José Ignacio Candioti con los imputados, que fue homologado por la vocal Lilia Carnero, Portaluri y Acuña aceptaron cumplir cuatro años y seis meses de prisión, mientras que Cuelho, por tener una participación secundaria en el delito, tres años.

El punto sobre el que no hubo acuerdo fue acerca del decomiso de una parte del dinero secuestrado en la casa de la madre de Portaluri. El condenado afirmó que 60.500 pesos que estaban en el dormitorio pertenecían a la mujer jubilada, en tanto que el fiscal sostuvo que el total de la plata hallada (ese monto más 25.000 pesos en una cartera) era producto de la venta de drogas. La jueza sentenció de acuerdo a la defensa, y le devolvió el dinero a la mujer que lo reclamaba, por considerar que era parte de sus ahorros producto de sus haberes.

Entre las conversaciones telefónicas que se advirtieron en las escuchas, surgió que Portaluri se comunicaba con sus presuntas proveedoras, Alejandra Norma Ledesma y Romina Baglietti, quienes fueron condenadas en 2016, junto a Carmen Ledesma, por narcotráfico en el barrio Cabo 1° Sendrós de Concordia. Las mujeres conocidas como Las Tanas fueron denunciadas públicamente en medios locales por vecinos, ya que la situación de violencia por disputa en la zona estaba cada vez peor. Se abrió una investigación que terminó con Las Tanas en prisión. Al parecer, según la causa de Huevo, también eran proveedoras de otros kioscos de droga de la ciudad.

 

Escuchas

Cristina llama a Huevo y le dice: «Escuchame un poquito, ya tengo todo preparado todo acá, las 73 docenas de empanadas, y me llamó Guido, ese no sé qué, que si le podés hacer un domicilio, llevarle por 450, le dije que sí que me aguante un toque (. . . ) Tenemos que ir rápido porque tengo todas las empanadas recalientes acá». El hombre le contesta: «Bueno listo, a mí me quedan cuatro empanadas».

Diálogos como estos hay de a decenas en el expediente, y el intento por codificar las conversaciones era bastante flojo.

También hay charlas con clientes que piden o preguntan si hay droga para ir a comprar, y también acerca del devenir de la venta, como una entre Mica y Naty, en donde la primera le pregunta «¿Todo bien?», y la otra le contesta: «Sí, hasta ahora sí, voy vendiendo 11 recién». «Ah, re tranca, bueno… el Ale me vendió 10 recién acá, te está pisando los talones vieja, ¿cómo es el tema?».

El prolijo trabajo investigativo permitió obtener una condena. (UNO)

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