Hace dos semanas, un operativo montado en forma conjunta por la Policía de Entre Ríos y Gendarmería Nacional, luego de tres meses de trabajo de inteligencia, culminó con la detención de la banda integrada por 9 personas. Los detalles de una operación que revela la impunidad con la que se manejaban los delincuentes.

“La mayoría de los hechos delictivos que se registran en la ciudad tienen relación con la droga”, sostuvo el Jefe Departamental de Gualeguaychú, Cristian Hormachea, que comentó que “nosotros recibimos reclamos por parte de la gente, que nos ‘tiró’ nombres de los posibles integrantes de esta banda que operaba en la zona norte de la ciudad, y que finalmente cayó en los últimos días”.

“Los vecinos siempre hacían referencia a la impunidad que tenían estos sujetos por el largo tiempo que llevaban en el ejercicio de la comercialización de estupefacientes, sin que nadie los detenga”, afirmó.

Hormachea reveló que “el tipo de infraestructura que tenían montada generó dificultades para llevar adelante la investigación y mantenerla en el tiempo. Fueron meses de recopilar información necesaria para obtener la orden de allanamiento y lograr la apertura de la causa”.

Luego de una serie de reuniones, entre las divisiones de toxicología de la policía y del escuadrón 56 de Gendarmería Nacional, decidieron aunar fuerzas y llevar adelante el procedimiento con resultados positivos, que es lo que el vecino esperaba desde hace largos años.

Finalmente se pudo desarticular la banda, pero para lograr el objetivo, primero se desarrolló un trabajo minucioso que demandó sacrificio, compromiso por parte del personal afectado, manteniendo siempre la operación en secreto para que ningún detalle se filtre y afecte el operativo.

Se trabajó con distintos vehículos, personas que no eran conocidas en el ambiente, y trabajos de distracción para los “soldaditos” que cuidaban los bunker y alertaban ante cualquier movimiento policial.

“Se logró irrumpir en los domicilios, en horas tempranas de la mañana, a los fines de salvaguardar la integridad física de las personas que se encontraban, evitando cualquier tipo de reacción de los involucrados, además del cuidado del personal que intervino en los allanamientos”, destacó el jefe de Policia.

Además de dinero, estupefacientes, armas y vehículos, se recolectaron elementos de prueba que serán de suma valor para la justicia.

 

El Bunker

El lugar donde operaban es un garaje en mal estado con puerta de chapa, ubicado en un descampado frente al club Tigre. Tenían una cancha de bochas en su interior y una especie de ranchada. En el lugar hacían fuego todas las noches para mitigar el frío, mientras vendían las drogas.

 

El mecanismo

Uno de los oficiales que participó activamente de la investigación y del operativo reveló el funcionamiento de la banda.

Señaló que “el que tiene conocimiento de la venta de estupefacientes a menor escala, cuando pasa por determinado lugar se da cuenta de que pasa algo extraño”.

Contó que la causa si bien “estaba centrada en un kiosco de venta de estupefaciente a menor escala, comercialización entre vendedor y consumidor, nos dimos cuenta que estábamos ante algo más grande. No es normal apreciar a una banda con los movimientos tan aceitados y sincronizados, tales como trabajar las 24 horas del día, en 3 turnos de 8 horas”.

“Generalmente –continuó -tenían tres vendedores por turno. Uno con su tarrito de creatina y las sustancias de drogas fraccionadas, entre ellas bochitas de cocaína a 100 pesos. Otro con un tarrito con bochitas un poco más grande, de 300 pesos. Y el tercero con su tarro de cebollínes de marihuana”.

Contó que «en las esquinas se apostaban los soldaditos que hacían las veces de antena, que cuando veían un auto parado una cierta cantidad de tiempo ingresaban al bunker, daban aviso para que se corte la venta y ellos regresaban a la vereda».

En cuanto a los que regenteaban los bunker, contó que “llegaban a la mañana y a la siesta para llevar la recaudación”.

El oficial resaltó que “organización como la que desbaratamos es algo que no tiene precedentes en la zona, se parece más a lo que se ve en Buenos Aires, que a lo conocido en la provincia. El bunker al que ingresamos se asemeja mucho a los que trabajan en las villas”.

Destacó que en la investigación se utilizaron 15 autos comunes, en la suma total de policías y gendarmes, que se apostaban o pasaban por el lugar en un lapso que nunca superaba los 15 minutos.

Una de las cosas que llamó la atención a los investigadores fue la cola que se conformaba para comprar a cualquier hora. Eso sí, se manejaban con algunos cuidados. “Entraban dos o tres al bunker y el resto esperaba su turno, o llegaban dos a comprar, uno ingresaba y el otro quedaba afuera”.

Cuando llegaban los cabecillas, los dos hermanos que están alojados en una dependencia policial, era notorio como los soldaditos se quedaban afuera, mientras los jefes ingresaban al bunker por un tiempo que rara vez superaba los 5 minutos.

El oficial señaló que “la gente llegaba a comprar en autos de cualquier tipo, inclusive de alta gama, y en remís también iba un número importante. Además, otros lo hacían caminando o en bicicleta”. Lo que deja en claro que el flagelo de la droga atraviesa todas las clases sociales.

Contó que cuando entramos en cuarentena se utilizó mucho el delivery, debido a que la gente no podía circular por la calle, razón por la cual se recurrió a la moto por algunos días.

Otro de los que intervinieron en el operativo sostuvo que “esta gente se creía impune, intocable, y eso les terminó jugando en contra”. Agregó que el grado de descaro era tal que algunos compradores salían y consumían mientras iba caminando.

Los oficiales señalaron que para este tipo de delitos se debe acumular una serie de pruebas, para luego recién allanar y cuando esto pasa generalmente los involucrados quedan detenidos como sucedió en este caso, porque el delito ya está probado.

Destacaron que lo que más se secuestró fue dinero en efectivo, desmitificando que “todo lo que se roba en la ciudad se le entrega como parte de pago al transa”.

 

Las dosis

Explicaron que generalmente son “cebollines que no llegan a pesar 0,5 gramos, algo muy pequeño, y generalmente lo que es cocaína la mezclan con creatina, pastillas de rivotril, clonazepan y con un kilo de la sustancia pura, hacen dos y medio con todo lo que le agregan”.

 

La justicia

Fue clave el desempeño del Juez Tobías Podestá y de la Fiscal Martina Cedrés en la causa.

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