«Sin educación y cambio de hábitos, los alimentos supondrán un riesgo», afirmaron desde Control de Alimentación y Bromatología.

Dicen que es parte de la cultura como consumidores: compramos aquello que vemos y tocamos, lo que podemos elegir. Es imposible saber por cuántas manos pasó el mismo tomate que llevamos a la mesa desde el comercio específico del rubro o el supermercado, ese que ponemos en la heladera con los otros alimentos o que dejamos afuera. Cuántos tomaron ese mismo tomate con sus manos y lo desecharon porque les pareció que otro era mejor. ¿Qué hicieron con sus manos, todos esos que lo tocaron, lo sacaron del cajón, lo dieron vueltas para verlo mejor y lo abandonaron? Es imposible responder. En Gualeguaychú prohibieron el autoservicio para los productos de verdulería y encendió la polémica.

La medida en la ciudad entrerriana generó discusión. Desde mediados de mes el cliente ya no puede manipular las frutas y las verduras de los autoservicios de todos los tamaños. De hecho colocaron carteles en las góndolas para dar aviso y hasta señalaron que se dio tiempo para adaptar el comercio. La iniciativa se puso en marcha desde el Área de Bromatología y en sí, prohíbe la manipulación de estos alimentos de personas sin carné sanitario y es válido para una verdulería de barrio como para un hipermercado. Entre los argumentos, pusieron sobre la mesa al Código Alimentario Argentino.

UNO consultó con Pablo Basso, del Instituto de Control de Alimentación y Bromatología de Entre Ríos (Icab) quien, más allá de la medida, fue determinante: «Sin educación y cambios de hábitos, los alimentos supondrán un riesgo».

En Gualeguaychú los inspectores comenzaron a tomar nota hace casi 15 días de los establecimientos que se adhirieron a la medida y los que no; hubo intimaciones y recordatorios.

Según da cuenta El Día de Gualeguaychú, constataron en verdulerías y supermercados tres situaciones: algunos comercios siguieron trabajando como si la norma no existiera; otros la acataron y dispusieron de personal para seleccionar y embolsar la mercadería; mientras que hay supermercados que dispusieron de guantes descartables de polietileno para que el cliente siga manipulando los alimentos pero sin tener contacto directo.

Supermercadistas de la localidad entrerriana criticaron la medida, sostuvieron por ejemplo que los controles no son para todos iguales y que luego de casi tres décadas tienen que modificar esta costumbre. Además señalaron que deberán contratar más empleados, cuando no siempre están en condiciones de hacerlo.

 

De fondo

Basso estaba al tanto de la medida, y ante la consulta lo primero que dijo es que hay que ver los alcances de las ordenanzas y que las ciudades tienen potestad de tomar decisiones como estas de acuerdo a lo que consideren peligroso. Luego aclaró: «En general siempre nos basamos en que, más que nada, las normas no alcanzan para toda la variedad de situaciones y riesgos (siempre con respecto a la manipulación de los alimentos) el cuidado y el sentido común termina siendo lo que se debería aplicarse».

También señaló que la medida puede ser buena en su objetivo de proteger la salud, pero a veces «colisiona» con la mecánica de venta y la cultura de los consumidores. «¿Por qué no se compran algunos productos por Internet? Porque se necesita estar en contacto, y en los alimentos va esa regla», explicó. Basso dio como ejemplo que los huevos deberían estar en maples cerrados en los mostradores y la cultura es que se vendan envueltos en papel de diario, que estén sucios, que los toque cualquiera y en condiciones climáticas que no siempre son las que corresponden. Esos son los hábitos de vendedores y consumidores que están presentes.

«Pero además hay que decir que previo a que las verduras estén en las góndolas, también tienen un tratamiento que no es perfecto», dijo Basso, y agregó: «Sucede que algún sector de la horticultura usa hasta los más peligrosos herbicidas y es un tema que está en debate y a nivel nacional».

En síntesis, destacó que hay varios aspectos que se deberían rever desde que la verdura y la fruta salen desde la quinta del productor, pasan por los transportistas y llegan a la verdulería o al supermercado. En ese sentido sostuvo que todo tiene más que ver con cómo es la actitud de cada uno, si al llevarla a casa se lavan a conciencia. Esa, dijo, es la clave y la principal recomendación. Después agregó que hay verduras que se comen crudas y que las mismas no pueden entrar en contacto con otros alimentos que se consumen cocidos y en eso se debe tener cuidado.

Sobre la medida implementada en Gualeguaychú en particular, Basso sostuvo: «No se inventó nada. Han tenido una visión particular sobre una forma de comercializar que han visto como riesgosa. No es ni tan grave ni es que resuelve todo».

 

Advierten que dilatan una causa por agroquímicos

A mediados de año se hicieron análisis privados y detectaron 11 productos químicos presentes en frutas y hortalizas. Según La Capital, desde el gobierno de la vecina provincia optaron por dilatar al máximo la causa iniciada en Rosario y originada por la denuncia de un abogado de esa ciudad.

En julio fue presentado un amparo ante juzgados federales y provinciales pidiendo que el Estado garantice el debido control de los alimentos que se consumen en Rosario. Esto fue después de un relevamiento de alimentos obtenidos de dos verdulerías realizado ante escribano y analizados en los laboratorios de la Bolsa de Comercio. Los expertos detectaron los productos en el 75% de los elementos analizados. En esa paleta de químicos algunos son prohibidos total o parcialmente por la ley argentina. La denuncia generó acusaciones cruzadas entre organismos nacionales como el Senasa y provinciales como la Agencia Santafesina de Seguridad Alimentaria (Assal). (UNO)

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