El peligro de default crece, las medidas son insuficientes para compensar el aislamiento forzoso y el alto nivel de marginalidad complican todavía más el panorama desatado por la pandemia.
La economía mundial va rumbo a la recesión y la Argentina no podía ser la excepción. Incluso antes de que estallara la crisis del coronavirus era uno de los pocos países que tenía pronósticos de caída del PBI. Pero ahora las proyecciones se volvieron directamente oscuras. De no producirse un milagro, la actividad sufriría su peor golpe desde el derrumbe del 2002, luego del estallido de la Convertibilidad.
El grueso de las medidas adoptadas por el Gobierno busca contener el impacto en los sectores más vulnerables, en particular a través de los $10.000 que se girarán en abril y casi seguro el mes siguiente. Las más de 3,5 millones de personas que se inscribieron para recibir esta ayuda en apenas dos días revela el grado de deterioro de la situación social. El desembolso, sin embargo, con suerte podría llegar para antes de Semana Santa.
Ahora el equipo económico se abocará a una segunda etapa de contención, que es atender las necesidades de las pymes. De ello depende que no se produzcan quiebras masivas ante la decisión de paralizar una parte sustancial de la actividad económica para prevenir el avance del coronavirus. Se anunció ayer una extensión de dos meses para que las pymes ingresen en la moratoria que ya está abierta, pero las empresas precisan liquidez urgente. El economista Nadin Argañaraz sugirió una serie de medidas de urgencia para ayudar a las empresas: eliminación del pago de impuesto a las Ganancias en abril y prórroga por seis meses para los vencimientos de IVA, ingresos brutos y tasas municipales.
Una carta elevada por la Cámara Argentina de Comercio al titular del Banco Central, Miguel Pesce, advierte que cerca del 70% del total de las “unidades productivas” de la Argentina (incluye comercio, servicios e industria) se quedó directamente sin facturación. “Esto pone en riesgo el pago de 2,5 millones de salarios a fin de mes”, señala. Aunque no hay cifras oficiales, hay empresas que sufrieron el rechazo de entre 50% y 60% de los cheques depositados al reabrirse el “clearing”, es decir entre el jueves y el viernes último. La cadena de pagos corre serios riesgos de romperse.
Distintas estimaciones locales y del exterior ahora calculan que la economía argentina podría caer entre 5% y 6% este año, el triple de lo que se pronosticaba hace un mes. Sería el peor año desde el derrumbe de 2002
Por ahora sólo se instrumentó la línea a tasa del 24% para que los bancos presten a cambio de una reducción de los encajes. La mayoría de las entidades ya avisó que estará instrumentada a partir de la semana que comienza y en la mayoría de los casos el monto límite estará dado por el nivel de la nómina salarial de las compañías.
Pero es muy poco, sumamente insuficiente para que el sector privado pueda hacer frente a semejante impacto. “Nosotros sabemos trabajar con inflación, incluso con hiperinflación. Pero no sabemos hacerlo con los negocios cerrados”, señaló en plena catarsis uno de los empresarios más influyentes del G-6. Defender el empleo será una tarea titánica en estas condiciones.
Los pronósticos sobre la caída de la actividad se siguen deteriorando casi a diario. Goldman Sachs estimó que la economía argentina podría caer casi 5,5% este año y la consultora local Inveq calculó que el derrumbe podría incluso llegar al 6%. El agravante es que se trata del tercer año de recesión consecutiva, con salarios que vienen perdiendo muy fuerte contra la inflación desde 2018. Y ahora el escenario luce todavía peor. Países desarrollados y también emergentes tuvieron varios años de crecimiento sostenido y tasas bajísimas.
La pandemia del coronavirus y el freno de la actividad por el aislamiento forzoso no son los únicos factores a enfrentar por el Gobierno. La posibilidad cada vez más cercana de un default total y los altos niveles de marginalidad complican la búsqueda de medidas que permitan amortiguar los efectos de la crisis
Este aspecto diferencia notablemente en qué condiciones la economía argentina puede enfrentar la pandemia. Bolsillos muy flacos y una mayoría de empresas que venían con bajas de facturación, elevados costos y prácticamente sin resto para seguir aguantando caídas.
A todo este panorama sumamente negativo se suma otra “enfermedad” con la que debe convivir la Argentina: el estado de “virtual default” que se arrastra hace varios meses. Martín Guzmán asegura que seguirá con la renegociación de la deuda y que ya no tiene dólares para hacer frente a los vencimientos. Si cumple con esta amenaza, el Gobierno quedaría ya muy cerca de una cesación de pagos total.
Esto tal vez no complique tanto las cosas en el corto plazo (hace tiempo el país ya no recibe financiamiento), pero sí hará mucho más compleja la salida de la crisis, una vez que empiece a despejarse el horizonte. La pandemia no durará para siempre y habrá países mejor preparados para volver a crecer que otros. Claramente la Argentina no aparece en la lista de los primeros. La economía mundial podría empezar a rebotar fuerte a partir del tercer trimestre o como mucho antes de fin de año. Cuesta mucho pensar que lo mismo sucederá aquí.
¿Cuál será el nivel de pobreza y desempleo que dejará esta pandemia y los estragos que produce en la economía? Aunque hoy está en un segundo plano, rápidamente son interrogantes que se transformarán en la principal preocupación del Presidente
Aparece otro gran condicionante que debe enfrentarse y con el que no tienen que lidiar los países desarrollados ni tampoco muchos emergentes: los altísimos niveles de economía en negro tienen como contraparte las condiciones de marginalidad de una parte importante de la sociedad. No sólo carecen de cobertura médica o para las futuras jubilaciones. Tampoco tienen acceso a una cuenta bancaria ni utilizan servicios financieros. Esto representa una dificultad adicional para hacer llegar ayuda del Estado y en momentos en que están cerrados los bancos y las entidades de cobranza extrabancaria.
¿De qué sirven medidas extremas de aislamiento si la gente en barrios populares se agolpa para retirar pesos de un cajero? Las imágenes que se vieron el viernes en varios lugares del Conurbano serán mucho peores durante esta semana, cuando confluyen el pago de haberes jubilatorios, de la AUH y los salarios del sector público y privado. No hay red de cajeros ni recargas de efectivo que aguanten más de 20 millones de personas que quieren cobrar al mismo tiempo, en un país donde todavía manda la cultura del efectivo.
Envalentonado por las últimas encuestas que le dan un fuerte aumento de su imagen positiva, el Presidente reitera cada vez que tiene una oportunidad que prefiere “privilegiar la salud antes que la economía”. Implícitamente sus contraejemplos serían el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro y el norteamericano Donald Trump. Estados Unidos es el país que tiene ahora la mayor cantidad de enfermos por la pandemia.
Pero Alberto Fernández no podrá darse el lujo por demasiado tiempo de concentrarse solo en evitar que se propague la pandemia. ¿En cuánto terminarán los niveles de pobreza cuando pase la pandemia? ¿Cuánto tiempo tardará la economía en ponerse en movimiento? ¿Cómo se recuperan los puestos de trabajo que se pierdan en esta crisis? Son preguntas incómodas a las que en breve habrá que empezar a ensayar respuestas.
Infobae