El tratamiento, que se administra con un dispositivo prellenado, similar a una lapicera, tendrá un costo superior a $7000 mensuales. Esperan que lo cubra la seguridad social. Médicos recomiendan cautela hasta que haya más experiencia.
La Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) aprobó un fármaco para promover el descenso de peso: la liraglutida.
Se trata de un medicamento inyectable de forma subcutánea que venía utilizándose en otra dosis para la diabetes. Está indicado para adultos con índice de masa corporal (peso sobre el cuadrado de la altura) de 30 o más, o de 27 a 29 cuando existen comorbilidades, como prediabetes, diabetes tipo 2, hipertensión, dislipidemias o apneas del sueño (interrupciones de la respiración).
Aunque aclaró que no existen ni alimentos ni medicamentos mágicos, Mónica Katz, directora del posgrado en Nutrición de la Universidad Favaloro, consideró que se trata de «una muy buena noticia», porque existe una necesidad insatisfecha en el tratamiento de la obesidad: «¿Qué hacemos con aquellos a los que no les alcanzan los cambios en el estilo de vida?», se preguntó.
Según Katz, que presentó los resultados de los estudios clínicos realizados en 5800 individuos de 28 países, la prescripción de esta droga debe estar a cargo de un especialista y sumarse a un estilo de vida saludable, con alimentación equilibrada y actividad física. «Es el primer análogo de GLP-1 (hormona que otorga saciedad) aprobado para el tratamiento y control del peso -afirmó-. A los tres años, el total de los participantes mostró un descenso de alrededor del 6% en promedio, y en el 80% descendió el riesgo de diabetes tipo 2».
Otros médicos e investigadores aconsejaron tomar la novedad con cautela
«Da la impresión de que este nuevo medicamento puede justificarse en personas muy necesitadas de perder peso y comprometidas con el tratamiento -opinó un destacado especialista que se excusó de dar su nombre por la falta de experiencia local con este fármaco-. Tres años es poco tiempo para sacar conclusiones definitivas. Es cierto que con un 5% o 6% de descenso se consigue mejorar los indicadores metabólicos, pero no se puede considerar que con eso se cura la obesidad, porque una persona de 100 o 150 kilos que pierde 6 o 9 no deja de ser obesa. Por otro lado, esto pone en marcha un mecanismo fisiológico más allá de la fisiología y todavía es una incógnita qué puede ocurrir con su uso prolongado. Nos falta experiencia».
Otro profesional destacó que la droga «es un fármaco interesante en diabetes, pero tiene efectos adversos; algunos infrecuentes y otros graves -dijo-, pero solo registrados en ratones. En principio, hasta que haya datos de posmarketing de al menos cinco años, prefiero no usarla. Los fármacos no son el tratamiento de la obesidad casi nunca, salvo en casos muy excepcionales».
Marcelo Rubinstein, investigador del Conicet que estudia los mecanismos de hambre y saciedad, aclaró que si bien en sus experimentos no usan este péptido, en los Estados Unidos mostró tener efectos menores. «En definitiva -afirmó-, es otra molécula que se suma al arsenal de drogas que solo han logrado producir respuestas muy pequeñas, tanto en el descenso de peso como en la normalización de la glucemia. La solución al problema de la obesidad y de la diabetes tipo 2 depende fuertemente de un cambio importante en el modelo de consumo de alimentos. No creo que haya que esperar soluciones mágicas de fármacos nuevos, sino de armar o retomar hábitos alimentarios saludables».
El tratamiento, que se administra con un dispositivo prellenado (similar a una lapicera), tendrá un costo superior a los 7000 pesos mensuales, pero esperan que lo cubra la seguridad social. (La Nación)