En Argentina, siete de cada diez chicos de cuatro y cinco años ya acceden al uso de un teléfono celular. Sin embargo, ese uso cada vez más masivo empieza a hacer sonar alarmas en el mundo. Un estudio que se presentó esta semana en Berlín asegura que el uso diario de un smartphone por parte de los más chicos incrementa el riesgo de que sufran problemas de concentración e hiperactividad. Ayer, en Australia, se dio a conocer una investigación que asegura que el uso de celulares hasta última hora deteriora el descanso y, potencialmente, la salud mental de los adolescentes.
“Como siempre, el problema con estas tecnologías es el abuso. Son herramientas maravillosas que están destinadas a generar muchos cambios, también positivas. Pero el abuso puede resultar peligroso”, adelanta el médico psiquiatra y psicoanalista Pedro Horvat, en diálogo con Clarín. Enseguida advierte: “Las pantallas emiten una luz que el cerebro interpreta como luz diurna, de modo que el uso excesivo de pantallas durante la noche tiende a alterar el ritmo del sueño. Sabemos que quedarse dormido implica ir desconectándose de la realidad, y en esta era, el uso de las redes produce exactamente lo contrario ya que estás atento a tus vínculos sociales, y eso genera ansiedades y excitación, y es obvio que en ese clima es difícil dormirse”.
El estudio llevado a cabo entre 1.101 estudiantes secundarios de 13 a 16 años en Australia halló que la baja en la calidad del sueño puede asociarse a que los adolescentes hacen llamadas y envían mensajes hasta altas horas de la noche, y que eso puede ocasionarles, además, estados de ánimo depresivos y problemas de autoestima. La investigación, llevada a cabo por Murdoch University, de la ciudad de Perth, aconseja que se establezcan “fronteras físicas” respecto del uso nocturno del teléfono, es decir, dejarlo fuera de la habitación, e incluso reemplazarlo por un reloj si es habitualmente usado como despertador.
En Alemania, la investigación abarcó a más de 5.500 chicos de entre ocho y trece año junto a sus padres y fue encabezado por Rainer Riedel, director del Instituto de Economía Médica e Investigación de Servicios de Sanidad de la ciudad de Colonia. Según determinó el estudio, el riesgo de tener dificultades para concentrarse es seis veces mayor entre los chicos que usan más de media hora por día un teléfono, respecto de los niños que no usan esta tecnología. A la vez, establecieron que, en chicos de entre dos y cinco años que usan más de media diaria de teléfono hay hiperactividad motora 3,5 veces más que entre quienes no manejan celulares.
“A los chicos que nacieron en esta generación no conviene prohibirles las pantallas, sino adaptar su uso a la edad que tienen. Es importante que esa actividad esté combinada con otras, vinculadas a la sociabilidad, a otros juegos y al deporte, por ejemplo, y a medida que son más grandes, también con el estudio”, explica Paula Trippichio, psicóloga infanto-juvenil del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco).
Según describe, “durante la adolescencia aún está en vías de maduración el lóbulo frontal, que se encarga de la inhibición de la conducta; si está inmaduro, hay propensión a generar adicciones, por lo que hay cuidar especialmente a los adolescentes de cualquier estímulo que pueda volverse una adicción, incluso una pantalla”.
Para Horvat, “las pantallas pueden implicar un uso adictivo porque siempre parece que te estás perdiendo algo, siempre podés seguir el círculo infinito”. Consultada sobre cómo lograr que los chicos limiten el uso de las pantallas rodeados de un mundo adulto que lo multiplica, Trippichio responde: “Hay que predicar con el ejemplo. No se puede imponer a un chico algo que uno no haga”.