Se lo escuchó, según se afirma, y no tenemos ninguna duda acerca del acierto de la afirmación, a pesar de la ironía apenas velada que se trasluce en ella, decir a un usuario casi diario de la ruta provincial 23 de nada lejana construcción, y que debería todavía lucir su capa asfáltica impecable, “es la única ruta con asfalto o cementada, que yo sepa, en la que en muchos tramos se ve levantar la polvareda”. Mención que aclara y explica señalando que eso “es común tratándose de caminos de tierra o ripio, sobre todo en época de sequía, en la que en esos casos es frecuente observarlos por el paso de automotores diversos convertidos en una polvareda, pero lo que me parece nunca visto, hasta que lo comprobé con mis propios ojos, es a una ruta casi flamante, verla perforada por roturas, las que no acierto en decir si son pozos, o emergencias de la capa arcillosa de la bases, que parecen aflorar como si fueran mini volcanes en actividad, y de los que pude contar más de setenta; en muchos de ellos se ve levantarse polvaredas que se debe reconocer son pequeñas en magnitud y en duración, pero que de cualquier manera vuelve las cosas más difíciles para quienes transitan por ella buscando la manera de esquivar esas fallas”. Añadiendo que, pequeñas o grandes eso no es lo que importa, sino que existan y que se las vea es una vergüenza. Las que dicho de paso no son las únicas, si se tiene en cuenta que hay muchas otras que se observan claramente que han sido disimuladas, aunque en algunos casos esos arreglos no ha impedido que se vuelvan a romper; como es el caso de quien viene a recibir un golpe en el mismo lugar del cuerpo en que tenía una matadura”.

Terminada esa relación, la que viene a hacer referencia a un tema que es una vieja preocupación nuestra, tantas veces repetida como tantas veces ignorada, debemos destacar que si hasta este momento nos habíamos cuidado de hacer referencia al tema, es como una forma de expresar nuestro respeto a los familiares de dos de nuestros vecinos, que perdieron su vida en un accidente de tránsito en ella ocurrido. Y del que nada se dice, para -paradójicamente con el silencio- dejar en claro de una manera contundente, por parte de fuentes gubernamentales o judiciales, que el ruinoso estado de la ruta en el lugar, así como la visibilidad en el sector dificultada por la maleza alta observable en las banquinas, no tuvieron incidencia alguna en la génesis de ese trágico accidente. Algo que de por sí no traería a aquellos alivio alguno, pero serviría al menos para acallar rumores.

Algo que nos lleva a preguntarnos si el ente vial dentro de cuya égida se encuentra esa ruta, permanecerá impasible e impertérrito frente a las implicancias de todo tipo que ese estado de la ruta significa, tal como en seguida se verá, en lo que pareciera una demostración, la que quisiéramos equivocada, de que la idea es que las cosas sigan como están; a la espera de que se produzca en ella un nuevo accidente de la misma trágica magnitud.

Interrogante que puede hacerse extensivo sin hesitación alguna, a situaciones de similar gravedad ya existentes, o que a ojos vista se insinúan en el caso de la ruta provincial -tramo Jubileo Villa Elisa- en donde un sector a la altura de Colonia Vásquez puede en algún momento llevar a ser bautizado de alguna manera que se lo asocie al famosamente incierto “triángulo de las Bermudas”.

Y que también cabe hacerlo respecto a falencias cada vez mayores, de las que recalcamos nos hemos ocupado. Y que, esta vez, es el caso del “desgranamiento” de la capa asfáltica en ruta que saliendo de Pueblo Liebig, continua hasta empalmar con la ruta 130 (tramo Colón-San José).

Y a esta altura de las cosas, y ya con una preocupación sino enojada al menos enojosa, por un grave estado de cosas respecto a la cual no se ve dar una respuesta ni efectiva ni permanente, consideramos que se hace necesario remarcar, profundizándolas de una manera explícitamente acentuada, otros interrogantes que insinuábamos en notas anteriores y que ahora formulamos en forma explícita.

Porque el deterioro creciente de todas esas obras viales, en un momento que consideramos inadmisible teniendo en cuenta la duración en buenas condiciones de ellas en un lapso que debería ser extenso, aunque por nuestra parte por ser profanos en la materia no estamos en condiciones de precisar, pero que en todos esos casos aparece estar muy lejos de cumplirse, lleva a presumir la existencia de mala práctica, en el caso de todas las situaciones mencionadas.

De allí que se debería haber averiguado, por parte de los órganos estatales que correspondieran; en primer lugar, si se da o no en estos casos la presencia de una mala práctica, y de no ser así, cuál es la explicación valedera para tamaños desbarajustes. Conclusiones que en uno y otro caso deberían hacerse públicas.

A su vez que, de existir, en todos o alguno de esos casos, mala práctica, se debería profundizar la investigación a los efectos de dejar determinado, si se da la existencia de una mala práctica dolosa, o simplemente culposa. Conclusiones de las que también debería darse también pública noticia.

Acompañado en este caso con la información acerca de qué medidas se van a adoptar, con el objeto de obtener la reparación del daño como consecuencia de lo ocurrido, y en el caso de la presencia de malas prácticas dolosas, encarar las vías adecuadas para dejar aclarado si se está frente a la existencia de un delito. Todo ello en ambos casos con el señalamiento individualizado de los presuntos responsables, en lo que cabría entender que se incluyen a empresarios y sus empleados, además de los funcionarios respectivos.

Asimismo, sería más que de interés, llegar a conocer si frente a las situaciones relatadas hubo una inquietud formalmente puesta de manifiesto y por ende documentada, por parte de las autoridades de las municipalidades o juntas de gobierno de la comarca, y de los legisladores de los Departamentos de Colón y San Salvador, ya que se debe presumir que ninguno de ellos desconocía la situación todavía existente a la que estamos haciendo referencia.

En suma lo que se reclama son respuestas claras y acciones concretas. Y ese reclamo que asumimos como propio, es el mismo que sabemos compartido al menos por la mayor parte de los habitantes de la comarca.

Es que al enterarnos de la afirmación aquella de la polvareda que se levanta en rutas pavimentadas y casi flamantes, fuimos nosotros los que nos preguntamos si no habrá en realidad algunos que están “tomándonos el pelo” a todos.

El Entre Ríos

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