El cura Carlos Alberto Benavidez comenzó a tomar algunos recaudos: puso en privado su perfil de Facebook, aunque nada se sabe oficialmente de cuál es su destino. El lunes 10 del actual, el arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, tomó la decisión de correrlo de su función de párroco en San Ramón Nonato, de Nogoyá, y enviarlo a que solucione asuntos personales vinculados a “conductas inapropiadas”. El eufemismo sirve para denominar a los escándalos sexuales que protagonizó Benavidez en la casa de Dios.

Benavidez, que pone una foto de perfil en Facebook con la frase “salvemos las dos vidas”, aparece en varios chats que se han viralizado y en los que ofrece dinero o ayuda a hombres con problemas de empleo. Lo hace a cambio de relaciones sexuales. Así lo expresó José Sánchez, el changarín de Nogoyá que se hizo famoso con la fábula del hallazgo de un bolso con 500 mil dólares y que le prodigó varios minutos en el prime time de la televisión nacional, que hizo una insólita denuncia judicial: dijo haber cobrado $1.000 por sexo, dinero que el cura le entregó en la casa parroquial de San Ramón Nonato.

El cura nació el 15 de septiembre de 1966 en Paraná y recibió la ordenación sacerdotal en 1999, de manos del ahora arzobispo emérito Estanislao Karlic. Entre sus funciones pastorales, llegó a ejercer la conducción de la Renovación Carismática Católica hasta que emigró por un tiempo al Sur, a Río Negro: allí fue párroco en Cinco Saltos diez años atrás. Del Sur volvió a Entre Ríos, y tuvo distintos destinos, hasta que recaló en Nogoyá. Allí, precisamente, los escándalos sexuales lo rodearon. Ahora, se sabe de otra presentación en la Justicia. D.M., un hombre que también dice haber soportado el acoso del sacerdote que, bajo el pretexto de hacerle un “test psicológico”, lo llevó a su habitación. D.M. entendió que toda la situación que vivió con Benavidez iba contra lo que él pensaba que debía ser el accionar de un sacerdote y no dudó en poner al corriente de todo al Arzobispado de Paraná. Hizo una presentación por escrito.

D.M. contó que el episodio tuvo un comienzo en abril pasado. Hombre separado y con una hija en la escuela parroquial San Francisco, empezó a asistir a misa los domingos a San Ramón Nonato como parte de la preparación de la niña para recibir su Confirmación. “Yo empecé a ir a misa con mi hija. No lo conocía al párroco de la iglesia”, contó.

En esas mismas de domingo, Benavidez invitaba a todos a acercarse a la casa parroquial por las tardes “para confesarse o para charlar sobre cualquier tema o problema que puedan tener, y así brindarle una contención espiritual”. D.M. siguió la recomendación del cura: fue a charlar con él a la casa parroquial. El encuentro fue un día de semana, a la mañana. Pero no siguieron, aunque el papá continuó asistiendo a misa de domingo con su hija.

El 28 de mayo último fue un día clave. D.M. se lo encuentra al cura a la salida de una panadería, y en ese momento Benavidez “me pregunta por qué no fui más a visitarlo” para pedirle “un consejo espiritual”. Intentó zafar diciéndole que en cualquier momento iría, aunque el sacerdote lo urgió: que fuera ese mismo día, y así hizo D.M. El compromiso del cura fue hacerle un “test psicológico”. Fue a la casa parroquial cerca de las 20. “Me hace ingresar por la puerta principal que desemboca a un tipo salón, luego me hizo pasar para el fondo de la casa, que es un lugar donde hay una mesa y tiene su televisor”, describió en su exposición en los Tribunales de Nogoyá. La primera parte del “test” fue una indagación sobre la vida familiar, el divorcio, la relación con sus padres. Después de 50 minutos, D.M. pensó que la charla, y el “test”, habían llegado a su fin y decide levantarse y empezar a salir.

“En ese momento, Benavidez me dice: ´Pará, no te vayas. Si querés, hacemos el test psicológico´. Acto seguido, el cura se levanta y se dirige a su habitación, y le pide a D. M. que lo acompañe. Lo acompaña. El sacerdote le señala la cama y le recomienda:  ´Acostate, ponete cómodo´. El sacerdote se sienta junto a la cama e intenta calmarlo. “Me dice que me relajara. En ese momento yo estaba acostado. Me dice que pusiera mis brazos al costado de mi cuerpo. Me pide que cierre los ojos. Yo me ponía más nervioso. Me dice, textualmente: ´Comenzá a tocarte con tus manos todo tu cuerpo, y que las manos vayan donde quieran llegar´”, la frase del cura fue la última. D. M. montó en cólera y se retiró del lugar. Eso contó.

Después de tres días de desasosiego, D. M. empezó a averiguar por quién podría realizar un informe de lo que había vivido con el cura. Encontró a esa persona cuyo nombre decidió mantener en reserva. Fue quien le redactó el informe del incidente con el cura Benavidez que, después, fue enviado al Arzobispado de Paraná. Dos días después de haber enviado ese informe, el 8 de junio lo llama un tal “padre Mario” –¿Mario Gervasoni, secretario privado de Puiggari?-. El tal padre Mario lo tranquiliza y le promete que Benavidez sería “sacado” de Nogoyá en breve. Dos días después, el 10 de junio, Puiggari lo llama a D.M. y le cuenta que está “muy apenado”, que ya habían “tomado una decisión con Benavidez, que me quedara tranquilo”. Efectivamente, el lunes 10 de junio la curia retiró de Nogoyá al cura de los escándalos y lo mandó a cuarteles de invierno.

Fue el principio de todo lo que sucedió alrededor del cura Benavidez.

Crédito: Entre Ríos Ahora

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