Esperanzados por la Ley Justina, hoy hay 237 entrerrianos que esperan un trasplante

Los datos son alentadores: según el Incucai, en el primer cuatrimestre de este año hubo 155 ablaciones más que en igual período de 2018.

Se celebra hoy el Día Nacional de la Donación de Órganos, y mientras en el país 9.951 personas esperan un trasplante –según el registro del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (Incucai)–, la Ley Nº 27.447, denominada Ley Justina, logró que se incrementen notablemente la cantidad de donantes: en los primeros cuatro meses del año se llevaron a cabo 281 procesos de donación de órganos, los cuales permitieron que 576 pacientes en lista de espera sean trasplantados. Fueron 155 trasplantes más que en el mismo período de 2018, cuando no existía esta norma.

En Entre Ríos son en total 237 los pacientes en lista de espera: 233 esperan un trasplante de órganos y cuatro de tejidos. En este sentido, son 186 personas las que necesitan un trasplante renal, dos precisan uno renopancreático, 34 aguardan un trasplante hepático; y hay pacientes que tienen indicado un trasplante de córneas y uno de escleras.

Por esta situación ya pasó Antonio Nierenberger, de Oro Verde, quien a fines de 2016 entró en emergencia nacional debido a una severa afección en el corazón y hoy, a sus 58 años, disfruta de una mejor calidad de vida junto a su familia. «A mí me trasplantaron hace dos años y medio. A principios de este mes tuve un control y me salió todo re bien. Voy cada tres meses a Buenos Aires, una a hacerme una biopsia y la siguiente un control», contó a UNO.

A su vez, confió en que antes no estaba de acuerdo con la donación de órganos, por desconocimiento, pero al tener que atravesar esta instancia modificó su perspectiva, por lo que decidió brindar su testimonio para crear conciencia sobre la importante de que haya más donantes. No obstante, recordó: «Cuando me dijeron que tenía que hacerme un trasplante no quería ir, incluso por esto me peleaba con mis hijas, pero llegó un punto en que no podía caminar, no llegaba ni a 10 metros. No tenía miedo de la intervención, pero pensaba en que iba a tener que quedarme internado 10 o 15 años y que el corazón no iba a llegar nunca».

Sin embargo, lo logró: «Estaba muy mal. Pero después del trasplante me recuperé rapidísimo. Hay que poner voluntad y gracias a Dios ando re bien ahora», destacó.

Angelina, una de sus hijas, comentó a UNO: «Él tenía una miocardiopatía dilatada congénita, que heredó de su mamá. Se estaba haciendo tratar en Paraná y en la Fundación Favaloro. Estaba muy complicado y por eso entró en emergencia nacional. La operación fue el 29 de diciembre de 2016».

Angelina contó que la espera de un donante fue angustiante, pero el momento finalmente llegó. Su mamá estaba en Buenos Aires y le avisó, y en vísperas de fin de año viajó con un pedazo de lechón cocido para recibir juntas el Año Nuevo en el nosocomio donde Antonio estaba internado y tratar amenizar el momento por el que estaban. «La de él fue una operación riesgosa, pero de otro modo se moría. Ahora hace una vida normal, con los cuidados que requiere un trasplantado, cumpliendo con todos los controles», sostuvo.

«En mi caso estoy desde chica interiorizada sobre el tema del trasplante, pero mi papá, al ser más grande, lo veía distinto. Pero cuando a uno le pasa tener que estar en esa situación conoce cómo son en realidad las cosas. Considero que la Ley Justina fue un gran avance para la donación de órganos, porque ante el dolor la gente por ahí no reacciona y muchos no entienden que los órganos no van al cielo pero en cambio pueden salvarle la vida a otras personas», reflexionó.

 

La espera de Micaela

Micalea Fiant Loza tiene 27 años y padece fibrosis quística. Es oriunda de General Ramírez, pero desde febrero de 2015 permanece en Buenos Aires, adonde viajó con la esperanza de mejorar su calidad de vida a través de un trasplante bipulmonar, ya que su capacidad respiratoria había descendido entonces al 26%. Sin embargo, al tiempo de haber ingresado en la lista de espera del Incucai, le diagnosticaron cáncer de tiroides. Como las drogas inmunosupresoras que ayudan a que el cuerpo no rechace el órgano trasplantado están contraindicadas en estos casos, la joven entrerriana debió recorrer un extenso camino para recuperarse y en agosto del año pasado los médicos que la atienden le dieron la noticia de que está apta para recibir un trasplante, por lo que volvió a ingresar a la lista de espera, con más fe que nunca, gracias a la Ley Justina.

Su mamá, Norma, contó a UNO: «Estamos felices de que haya podido volver a ingresar en la lista de espera. Desde diciembre ha estado la mayor parte del tiempo internada, pero con la esperanza de que pueda recibir un trasplante muy pronto».

Por su parte, Yamila Ramírez, la joven de Viale que también tiene fibrosis quística y recibió un trasplante bipulmonar el lunes, atraviesa las primeras 48 horas en observación, y su familia espera que su recuperación sea favorable.

 

Ley basada en la necesidad

Pablo Sors, responsable de Comunicación y Educación del Centro Único Coordinador de Ablación e Implantes de Entre Ríos (Cucaier), contó que la Ley Justina impactó sobre todo en las provincias en que históricamente los índices de donaciones no eran tan altos. «Provincias como Formosa o Santiago del Estero han estado primeras en el índice de donación durante algunas semanas y fue un impacto muy positivo», dijo a UNO, y señaló: «Como sociedad dos cosas: primero quitar un poco la responsabilidad a las familias sobre esta decisión, ya que la ley dice que si alguien mayor de 18 años durante su vida no se opuso expresamente por escrito a ser donante, se lo considera como tal. Por otra parte, nos dio la posibilidad de poner otra vez este tema en agenda para poder crear conciencia sobre el tema».

Sobre la ley, destacó que fue votada por unanimidad y observó que no surge desde los ámbitos oficiales de la salud, sino que fue impulsada por una familia: la de Justina Lo Cane, cuya madre, Paola Stello, es oriunda de Paraná. «Es una norma que tiene su base sobre la necesidad real de la población. Se trata de una familia muy valiente y muy formada, que trabajó muchísimo sobre el tema con el Incucai para poder hacer un aporte, y esto le dio a la norma otra característica, la de estar anclada en las necesidades de la gente y por eso también la gran aceptación». Asimismo, Sors aclaró que en el caso de los menores, sí son los padres o tutores los que deben autorizar la donación.

Por otra parte, recordó que Entre Ríos sigue siendo una de las provincias con mayor cantidad de donantes. «Actualmente estamos primeros en el índice nacional, con 22 donaciones multiorgánicas, y 24 de solo tejidos. Siempre decimos que no es una carrera por los números, pero nos da mucho orgullo porque esto habla de una comunidad donante y con cada nueva donación quien está en lista de espera tiene una esperanza de recuperar su calidad de vida, y en muchos casos salvar su vida», dijo.

UNO

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