Sucedió la tarde del 24 de diciembre en la 136: como casi todos los días salió a practicar ciclismo a la ruta, hasta que lo atropellaron. Cuando recobró el conocimiento, notó que el que lo atropelló ni siquiera frenó para ayudarlo. Una historia de negligencia y un pedido de toma de conciencia.
La tarde agradable era el escenario ideal para que Federico Gómez practique su pasión en la previa a la Nochebuena: se calzó todos los elementos de seguridad encima, agarró su bicicleta y salió a la Ruta 136, una rutina que hace día por medio desde hace cinco años, cuando comenzó a practicar ciclismo. Pero ese 24 de diciembre no sería lo mismo: antes de la Granja Penal Nº9 Colonia El Potrero, un auto lo atropelló de atrás mientras circulaba en la banquina y ni siquiera frenó para ver si estaba bien.
“Me chocaron y me dieron por muerto. El que lo hizo ni siquiera paró para ver cómo estaba”, cuenta este vecino de Gualeguaychú, casado, con dos hijos y que ese día volvió a nacer. “No escuché ningún auto venir, nada de nada. Sólo sentí un golpe y quedé inconsciente inmediatamente”, relata a ElDía
Luego del impacto, voló unos cinco metros al costado de la ruta, donde los pastos ya están alto y una persona inconsciente pasa desapercibida ante los automovilistas que circulan por la zona. Su bicicleta, en cambio, terminó unos 30 metros más adelante y algo más visible ante los que transitan por el lugar.
Estuvo desmayado y sin conocimiento unos 20 minutos, y cuando despertó, una pareja que frenó al ver la bicicleta tirada, ya lo estaba socorriendo. Habían llamado a su mujer, a la Policía y a la ambulancia que lo trasladó de urgencia al Centenario. Una vez allí, le dieron más de 20 puntos en diferentes partes del cuerpo, fue diagnosticado con politrumatismo leve en la zona de la espalda, tenía una mano hinchada, golpes por todos lados y la cara totalmente raspada y lastimada. El casco y las protecciones le habían salvado la vida.
Amigos suyos que se acercaron inmediatamente al lugar encontraron restos de una óptica desparramada en el lugar del impacto, pero no encontraron marcas de neumáticos, señal inequívoca cuando un vehículo para por alguna emergencia.
“No había ninguna frenada, ni donde estaban los plásticos ni más adelante, lo que indica que no atinó a ver cómo estaba yo en ningún momento. O no le importó o me dio por muerto”, lamenta Gómez.
Sin embargo, y a pesar de casi haber muerto en la víspera de Navidad, no hay rencor en su voz: “Lo único que quiero es que se concientice un poco más, que la gente se comience a poner un poco en el lugar del otro. Le agradezco a Dios el poder estar vivo, porque si hubiera sido de otra manera no la contaba. No quiero venganza, pero sí que lo que me pasó a mí no le pase a nadie más”, afirma y enseguida agrega: “No me molesta que me haya chocado, pero sí que se haya ido”. (El Día)