La plaza Urquiza fue ayer uno de los espacios alternativos elegidos por los jóvenes para celebrar la llegada de la Navidad. Como suele pasar desde hace algunos años, la fiesta callejera fue vivida por los frentistas como una verdadera “pesadilla” al tener que soportar, entre las 3:00 y las 7:00, “gritos y ruidos molestos” y lo que resultó peor: la basura, desperdigada por doquier.

Eso hizo que, una vez concluido el festejo, el placero y los vecinos debieran levantar las numerosas botellas de bebidas alcohólicas y de gaseosas, en envases de vidrio y plástico, además de cajas de vino, latas de cerveza y artículos de pirotecnia, para ubicarlas junto al recargado contenedor como en las otras esquinas, a la espera de la llegada del camión recolector y el de las cooperativas.

“Por acá parece que hubiera ocurrido una guerra campal”, expresó una familia que se acercó hasta la plaza para pasear a su mascota y que, viendo el panorama, decidió colaborar con la limpieza del lugar. (La calle)

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