Un estudiante universitario radicado en Villaguay fue detenido por integrar una organización dedicada al contrabando de drogas sintéticas ocultas en envíos postales internacionales. La droga llegaba en encomiendas desde Holanda y Alemania.
La justicia argentina desarticuló una importante organización dedicaba a la comercialización de éxtasis. La conexión local estaba integrada por seis personas, una de ellas radicada en Villaguay, que contrabandeaban éxtasis a través de envíos postales remitidos desde Holanda y Alemania y la vendían en Entre Ríos y Santa Fe.
La investigación estuvo a cargo del juez en lo Penal Económico Diego Amarante, de la Ciudad de Buenos Aires, que hace unos días dictó el procesamiento y prisión preventiva de los integrantes de la conexión local de la organización.
Se ha probado que entre el 10 de marzo y el 12 de septiembre los integrantes de la organización importaban drogas de diseño ocultas del control aduanero en envíos postales internacionales. Fueron, en total, doce remesas que tenían como destino las localidades de Santa Fe, Santo Tomé y Villaguay, donde se presume que eran comercializadas.
Se trata de pastillas de metilendioximetanfetamina (MDMA), lo que comúnmente se conoce como éxtasis, en forma de pastillas y polvo granulado.
Cada uno de los integrantes tenía un rol específico dentro de la organización: algunos ponían el nombre y/o el domicilio para recibir los envíos; otros realizaban la declaración jurada simplificada para darles curso; y otros realizaban algún otro trámite administrativo, como la recepción de los telegramas o retirar el envío.
Eso, a criterio del juez Amarante, revela la vinculación que había entre ellos, «la cual excede la mera casualidad ni tampoco puede ser explicada sólo en base a alguna relación de amistad», aunque también destacó que los destinatarios de los envíos «son conocidos entre sí, siendo todos oriundos, viven o vivieron en la ciudad de Santa Fe».
Conexión VIllaguay
Entre los detenidos hay un joven santafesino, estudiante de la Licenciatura en Kinesiología, residente en Villaguay.
Se constató que el 3 de julio recibió en su domicilio un paquete proveniente de Holanda que contenía 51 pastillas de éxtasis; y el 4 de septiembre se detectó en la Aduana de Colón otra encomienda que contenía 15 gramos de la misma sustancia pero en forma de polvo granulado. En ambos casos se realizó una entrega controlada de la droga, como parte de la investigación.
El joven admitió su aporte al contrabando de éxtasis, aunque dijo no pertenecer a la organización: «Una noche charlando en una fiesta, habrá sido a mediados de agosto me ofreció dinero, 5.000 pesos, por hacer un pedido de lo que se me imputa. Esa misma noche dije que sí, pero al día siguiente le dije que no quería y él me dijo que ya estaba hecho pero que podía cancelarlo. Pasaron tres semanas y vino una persona del correo a pedirme que firme una entrega para mí», le dijo al juez en su indagatoria.
Se presume que el joven se refiere al paquete que contenía el éxtasis en forma de polvo, porque unos días después policías se presentaron en su casa, haciéndose pasar por empleados del correo, y le entregaron personalmente el telegrama.
La escena se repitió unos días después, cuando se realizó el allanamiento, en el que el joven intentó huir al advertir que los supuestos empleados del correo eran en realidad policías encubiertos y terminó detenido.
El juez considera que el joven estudiante «prestó un aporte fundamental» para el contrabando de éxtasis e incluso descree que el ofrecimiento le llegara recién «a mediados de agosto», como dijo, porque para esa fecha «ya había generado una declaración jurada por los menos tres meses antes (el 31 de mayo de 2017)» relacionado con el envío de las 51 pastillas que recibió en julio.
Además, el magistrado consideró que «no resulta acorde al orden normal y natural de la cosas que un sujeto remita desde el exterior del país un envío postal, con sustancia estupefaciente oculta en su interior, a la casa de otra persona sin el conocimiento y la connivencia de ésta, corriendo el riesgo de que quien lo reciba pueda apropiárselo, no aceptarlo o hasta denunciarlo». De ahí presume la responsabilidad del joven y por eso le dicta el procesamiento con prisión preventiva y le traba un embargo por 450 mil pesos.
En su declaración ante el juez Diego Amarante, el joven estudiante pidió acogerse a la figura del «arrepentido», contemplada en la ley que penaliza la tenencia y tráfico de drogas para los imputados que aportan datos sobre lo que se investiga.
Se presentó como estudiante universitario, que vive del dinero que le manda su madre, negó integrar una banda, dijo que no conoce al resto de los imputados salvo a uno de ellos, admitió que esta persona le ofreció 5.000 pesos para realizar una compra por internet y recibir un paquete y aseguró que tenía más datos para aportar sobre el funcionamiento de la organización y quiénes la integraban.
Según dijo, la persona que lo contactó sería el jefe de la banda y quien «ponía la plata para hacer los envíos», aseguró que quiso pagarle para que reciba las encomiendas «a su nombre y así no quedar ligado al hecho», lo que en un principio aceptó y luego dio marcha atrás, pero el envío llegó igualmente a su casa de Villaguay.
«Me dijo que lo había cancelado pero que no me haga problema, que si no lo retiraba no iba a pasar nada», le contó el joven al juez. Fue más allá en su relato y aseguró que otra encomienda le llegó unas semanas después y que su contacto le aseguró que no hiciera nada y «que el paquete sería remitido al país de origen».
El juez Amarante, sin embargo, consideró no creyó en su versión, sino que el arrepentimiento que alega no es otra cosa que «una manifestación abstracta, mediante la cual busca deslindarse del hecho que se le imputa», publica El Diario.