Se la consigue entre 25 y 35 pesos el litro y en muchos casos la llevan a domicilio. Una antigua costumbre que se reavivó en la región por la crisis.

La leche es uno de los alimentos esenciales para garantizar el adecuado desarrollo físico e intelectual de los niños en edad de crecimiento, y también en la vida adulta y la tercera edad aporta importantes nutrientes. En numerosas localidades entrerrianas es una práctica habitual comprarla suelta, al igual que otros productos lácteos derivados, como crema, manteca y dulce de leche. Por lo general son revendedores los que la adquieren en algún tambo chico, habitualmente familiar, y sus clientes van a buscarla con sus recipientes; o bien la reciben en su casa ya envasada, con un sistema de reparto.

Si bien el Código Alimentario Argentino (CAA) en su artículo 556 Bis «prohíbe en todo el país la venta al público de leche cruda», sobre todo para prevenir del síndrome urémico hemolítico, la tuberculosis, la salmonelosis, las listeriosis y otro tipo de intoxicaciones e infecciones que podrían poner en riesgo la salud, la fuerte suba de precios de leche industrializada en sachet o caja que se ofrece en los supermercados –donde tiempo atrás se advirtió una faltante importante de las marcas más económicas– hizo que la práctica de comprar leche suelta se incremente notoriamente.

En Entre Ríos rige una norma sancionada en 1967 que establece la obligatoriedad de la pasteurización o tratamiento sanitario similar de la leche para consumo humano, que también establece la prohibición de la venta de leche «suelta y cruda», y aunque desde las áreas de Bromatología de distintas ciudades y provincias advierten a la población de estos riesgos, en muchos casos se duplicó la demanda y muchos de quienes la consumen defienden esta práctica: «Quienes crecimos en el campo consumíamos esa leche y es muy rica. Son sabores que no se olvidan», manifestó Analía, quien sigue comprando a un conocido el producto; una vez que lo recibe lo hierve para garantizar que no quede ningún microorganismo que pueda resultar nocivo para la salud, y luego lo guarda en la heladera para el desayuno y la merienda de sus hijos.

Fabio comercializa leche suelta hace años en una localidad del Departamento Diamante y contó a UNO que desde hace un par de meses vende en promedio unos 200 litros de leche por día, cuando antes la demanda no superaba los 100. «Con el precio de la leche en caja hay gente que ha dejado de consumirla de este modo, y opta por comprarla suelta», opinó.

Acerca del precio, comentó: «Yo no tengo tambo, sino que la compro y la revendo a 25 pesos el litro. En la zona no han quedado tambos chicos que atiendan directamente al público, porque fueron cerrando todos, y los más grandes no venden por poca cantidad».

Fabio recordó que durante toda su infancia consumió leche recientemente ordeñada, hervida pero sin haber sido sometida ningún proceso de industrialización, y defendió este hábito: «Por ahí veo cosas que se dicen sobre el consumo de leche que viene directamente del tambo y me causa gracia. Me crié con la leche de campo», indicó, y explicó: «Lo correcto es hervirla. Y mientras se compre en un tambo que sea confiable no hay problemas. Hasta hace pocos años atrás había establecimientos sucios y entonces sí había un riesgo, porque en esos casos la leche no viene bien; pero si uno la compra en un tambo donde sabe que a las vacas les hacen los análisis todas las semanas y son limpios es otra cosa», afirmó.

En Paraná también hay quienes ofrecen leche suelta. Oscar la comercializa hace 16 años y tiene una importante clientela desde antes que la crisis y el aumento de precios generen que más gente se incline por comprarla de esta manera en lugar de adquirirla en los supermercados en caja o sachet, aunque admitió que en estos últimos meses ha tenido más encargos. Se levanta a las 4.30 de la mañana y va a un tambo situado a unos 20 kilómetros de la capital provincial y una hora más tarde ya está de vuelta en su casa, listo para empezar a fraccionarla en botellas que después reparte en los distintos barrios, exceptuado el Centro, lugar que por una cuestión de logística no cubre. «La vendo a 35 pesos pero es bien pura, porque hay quienes la rebajan con agua; y la llevo a domicilio. Tengo reparto tres días a la semana, desde la Base Aérea hasta el Thompson, todo Anacleto Medina, Gaucho Rivero, Las Flores, La Floresta», comentó.

Si bien aclaró que hay días que se vende más y otros menos, en promedio logra ubicar unos 450 litros semanales, y aseguró: «Hay quienes me compran dos litros por semana, pero están las familias que me encargan hasta 12 litros, sobre todo si tienen chicos. La mayoría de mis clientes fijos, de hace años, no la compran porque sea más barata que la del supermercado, sino porque les gusta la calidad, o porque son gente mayor que la prefiere porque se crió con esa leche de campo».

El vendedor contó que trata de hacer una diferencia porque en verano, durante las vacaciones, las ventas caen drásticamente: «Terminan las clases, los chicos duermen hasta tarde y la mamá no les da la leche porque sino después no le comen la comida al mediodía. Los que van a la colonia desayunan ahí. Y a la tarde en vez de leche toman el famoso tereré», observó.

Por su parte Fernanda, quien vende en la zona de Colonia Avellaneda leche que busca en el tambo de su suegro desde hace un año y medio, refirió: «Mi marido trabaja en el tambo de su papá y entregan a una fábrica del Parque Industrial la producción, por eso tenemos la garantía de que se le hacen todos los controles al producto. Tenemos permiso para hacer reparto dos días en la semana, pero no puedo repartir más de 100 o 150 litros para que no haya problemas con la fábrica».

A su vez, manifestó: «Hace unos meses, cuando empezó el boom de comprar leche suelta, venían más de 10 o 12 personas con botellas o bidones hasta el tambo a querer comprar la leche, porque saben que es de muy buena calidad y sin ningún agregado de nada, porque hay otros lugares donde le echan agua y la gente se da cuenta. Pero mi suegro puso un freno a esto para no tener problemas con la fábrica y porque atender a la gente les restaba tiempo para las tareas del tambo».

Por último, contó que hay quienes le compran de a 10 litros y tras hervirla la freezan para tener toda la semana, dando cuenta de que hay una demanda genuina, arraigada por una costumbre que difícilmente se pueda erradicar. (UNO)

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