El adolescente de 14 años iba de acompañante en una moto de 110 cc, que conducía un joven de 18, cuando embistieron el acoplado de un camión.

Un chico de solo 14 años fue una de las 35 víctimas fatales por accidentes de tránsito ocurridos en la provincia durante este 2019. Pero, a diferencia de los demás, la tragedia ocurrida en la ciudad de Nogoyá sucedió en otras circunstancias: cuando un patrullero perseguía a los dos adolescentes que iban a bordo de una moto y evadieron un control vehicular. Más allá de que no habría responsabilidad penal en el hecho, hay quienes se preguntan si la persecución a alta velocidad no generó un riesgo desproporcionado en relación a una falta de tránsito.

Aquel 22 de enero se había informado que el siniestro ocurrió en horas de la tarde, en calles La Paz y Diamante, donde una moto que había ingresado desde la ruta 12 colisionó contra un camión con acoplado cargado con trigo. El pesado rodado era conducido por un hombre de 40 años. Los ocupantes de la moto sufrieron lesiones que determinaron que uno perdiera la vida en el acto, el menor de 14 años. En tanto que el conductor, de 18, padeció fractura de cráneo y otras lesiones que determinaron su inmediato traslado al hospital San Martín de Paraná.

Pero por entonces nada se había dicho de lo que había ocurrido unos minutos antes. Según se informó a UNO, los adolescentes circulaban cerca de la localidad de Betbeder, evadieron un control policial (aparentemente por no llevar documentación) y continuaron su marcha hacia Nogoyá. Un uniformado solicitó colaboración y un patrullero salió a buscarlos. Los vieron sobre la ruta 12, por lo que los adolescentes desviaron por calle La Paz y otro móvil policial comenzó a perseguirlos a toda velocidad. Por la polvareda que se levantó, desde la Policía se indicó que el patrullero disminuyó la marcha, y poco después, cuando la tierra se disipó, observaron que un camión circulaba por calle Diamante (donde está permitido el tránsito pesado), cruzando La Paz. En ese momento, pudieron ver que los jóvenes intentaron evadirlo, pero lo embistieron en el acoplado. La moto quedó atrapada debajo, uno de los chicos quedó al lado y otro atrás del camión.

El camionero solo sintió que el vehículo se detuvo de golpe, por lo que se bajó a ver qué sucedía, pero no advirtió nada extraño. Otro chofer de camión que pasaba en sentido contrario le avisó que mirara hacia atrás y así pudo ver a las víctimas en el suelo. Se desesperó y comenzó a pedir ayuda, pero los uniformados ya habían llegado y llamaron a una ambulancia.

No es el primer hecho trágico que ocurre durante una persecución policial. En distintas ocasiones la Justicia ha planteado que se debe medir el riesgo que se genera en relación al hecho que los uniformados pretenden evitar o prevenir. En este caso ocurrido en Nogoyá, no pocos se interrogan si la infracción que se pretendía labrar, o la averiguación que podía realizarse al interceptar a dos adolescentes, no era desproporcionada en relación al peligro que se generaba con los dos chicos huyendo, en moto y sin casco. No solo por el riesgo que se genera para estos, sino también para terceros que circulan en la vía pública, además de los propios policías que van en el patrullero.

Hace un año y medio ocurrió un hecho trágico en la Ciudad de Buenos Aires, que derivó en una medida que sentó un antecedente: la Policía de la Ciudad dispuso que los patrulleros no perseguirán automóviles sospechosos en las calles porteñas. Se trató de una decisión operativa tomada tras un accidente que costó la vida de un suboficial y heridas a varios pasajeros de un colectivo que fue embestido por un móvil. (UNO)

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