La noche del 25 de febrero de 2011 fue asesinada Nancy Noemí Musico. La mujer que era madre de cuatro niños, fue prácticamente fusilada por su expareja, Pablo Emilio Campodónico.

La pareja estaba distanciada desde hacía uno o dos meses, pero el homicida convenció a su ex de tener una última cita. Esa noche, alrededor de las 22:00Hs, Nancy salió de su casa en el asentamiento entonces conocido como Villa Mandarina (había dejado a sus dos nenas de corta edad con su hermana, en tanto que los dos más grandes vivían con su madre en barrio San Vicente), para encontrarse con su antiguo amor en el punto fijado: la colectora González y 26 del Oeste, poco antes del puente elevado de la escuela Goretti.

Pero el encuentro no resultó como esperaba. Mientras ella pensaba en un encuentro romántico de despedida, a él lo animaba una intención asesina. A poco de llegar, mientras estaba en total desventaja pues no esperaba el brutal accionar del hombre, este le apoyó un arma en la cabeza y disparó.

Horas después, una persona que pasaba por el lugar se topó con el cadáver y dio aviso a la Policía. Su hermana indicó que la víctima había ido a encontrarse con Pablo Emilio Campodónico, domiciliado en la zona de barrio San Roque.

 

“Le volé los pelos”

Campodónico no tardó en caer en manos de la Policía y comenzó el arduo trabajo investigativo en pos de esclarecer el hecho y determinar responsabilidades. En ese contexto, los funcionarios policiales dieron con una amiga de Nancy que conocía también al acusado. Esta declaró que él había llegado a su casa de madrugada para decirle: “Haceme la segunda que le volé los pelos a la Nancy”. Vale decir, pedía que colaborara con una coartada. Lo mismo le comentó a otro conocido quien atestiguó más tarde durante el juicio.

Al parecer, del hecho le había quedado grabada la forma en que se movió el cabello de la víctima al recibir el disparo.

 

La maldita droga

Campodónico tenía una causa en el Juzgado Federal, vinculada con el narcotráfico y seguía en lo mismo, pues al parecer, Nancy le había sustraído droga con la que luego convidó a sus vecinos, uno de los cuales declaró que cuando ellos no tenían dinero, la joven “les fiaba”.

Al descubrir el hecho, Campodónico que debía de todas maneras responder ante el “proveedor” por esa “mercadería” se puso furioso, a lo que se agregó el hecho de que la joven había iniciado otro romance también con un vecino.

Estos habrían sido los detonantes para que cometiera el brutal crimen. Cabe señalar que el arma homicida nunca se encontró y que también fueron investigadas la nueva pareja de Campodónico y la madre de esta, quienes supuestamente habrían prestado apoyo al homicida para ocultar pruebas.

 

Juicio y condena

La Justicia actuó rápido y con el plexo probatorio resuelto, el juicio comenzó el 27 de abril del mismo año y concluyó 6 de mayo. Durante esos seis días de audiencias hubo varios testigos y pruebas que permitieron determinar fehacientemente la autoría de Campodónico en el hecho. Contra los 22 años de prisión que pidió la Fiscalía, el Tribunal actuante lo condenó a 20 años de prisión por los delitos “Homicidio, robo en grado de tentativa y violación de domicilio”, todos en perjuicio de Nancy Noemí Musico.

Ese día, tras escuchar la sentencia, su madre, Celia Musico, manifestó que no podía decir que estuviera conforme con la sentencia, porque ninguna sentencia le iba a devolver a su hija.

 

Una geisha

Nancy era una mujer sensible, romántica a juzgar por los escritos que llevaba a manera de diario íntimo. Y ese último encuentro le hacía ilusión: la despedida de un hombre al que había amado. Una de sus hermanas declaró se había vestido con esmero con una blusa nueva y un broche en el pelo y que antes de salir le había preguntado sonriente: “¿No parezco una geisha?”. Fue la última sonrisa que le dirigió.

El broche también voló junto con un mechón de pelo y quedó tirado en la escena del crimen como mudo testimonio de la brutalidad ejercida por el asesino.

Durante el juicio, desde el banquillo de los acusados, Campodónico murmuraba entre dientes y repetía ante el relato de los testigos: “No sabe lo que está diciendo”, mientras en sus labios bailaba una sonrisa sardónica. Tal vez, su mente volaba y giraba solazándose en torno de un instante que sólo él conocía y podía evocar en todos sus detalles: el momento en que “le voló los pelos a Nancy”.

Por Clelia Vallejo, La calle.

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