sábado 19 abril 2025

«Alambradores»: de albañil a ganador del premio literario más importante de Entre Ríos

Con la novela «Alambradores» el joven escritor se convirtió en el cuarto gualeguaychuense en ser reconocido con el premio Fray Mocho en los últimos cinco años. Maestro mayor de obra y estudiante de arquitectura. Su paso por Rosario y un presente que, asegura, «no esperaba».

En 1974 María Luisa Delfino fue la primera escritora de la ciudad en ser galardonada con el premio Fray Mocho, el mayor reconocimiento literario de Entre Ríos. En ese caso fue premiada por un cuento. Después, transitaron ese camino Cristina Arrate, Claudio Lencina (teatro), José Luis Pereyra, Eugenia Faué (ensayo), Luis Castillo (novela) y Pamela De Batista (poesía).

Este particular 2020, fue reconocida la novela “Alambradores” del joven Sebastián González. ElDía dialogó con el escritor de 35 años, quien además es maestro mayor de obra, y el pasado 30 de octubre se convirtió en el cuarto gualeguaychuense en hacerse del reconocimiento provincial en los últimos cinco años.

“Cuando estudiaba arquitectura en Rosario, tuve un profesor que nos recomendó leer, nos habló de la importancia de la literatura, del cine y de la pintura. Entonces, me acuerdo, esa misma noche llegué a casa y le pedí a una compañera que alquilaba la piecita de adelante, si tenía algún libro que me preste. Me dio ‘La oscura historia de la prima Montse’, de Juan Marsé, y me encantó. Era la primera vez que leía algo por mi cuenta, estuve como dos meses para terminarlo. Es que en la secundaria me costaba mucho literatura, me acuerdo que siempre me la llevaba”, contó.

“Después de terminarlo, a la noche siguiente sentí que me faltaba algo para poder dormirme. Entonces compré otro libro. De casualidad, fue uno de Sábato, porque me sonaba su nombre de la secundaria. Era ‘Uno y el universo’, un ensayo. Y en ese libro habla de una novela de Bioy Casares, entonces la siguiente compra fue ‘La invención de Morel’. Ese libro tiene un prólogo de Borges, por lo tanto, fui por Borges, que es una máquina de tirar nombres de escritores. Ahí se fue abriendo el abanico”, relató el escritor de la ciudad.

-¿Cómo empezás a escribir?

-Fue por el libro ‘Un tal Lucas’, de Cortázar, un libro muy sencillo, muy fácil de leer. Me acuerdo que me divertí mucho al leerlo y pensé que podía hacer algo parecido (nunca voy a llegar a escribir como Cortázar, pero podía imitar esa manera de contar muy sencilla que muestra en ese libro). Entonces me mandé a escribir. Pero quien me cambió la forma de narrar fue Rodolfo Fogwil, un escritor argentino que le da mucha importancia a los diálogos, a cómo suenan las palabras. Antes me costaba mucho escribir usando nuestra manera de hablar, me parecía que no había literatura ahí…

-¿Hay alguna relación entre el mundo de la construcción y la literatura?

-El otro día, me preguntaron si escribir una novela era como construir una casa. A mí me parece que una cosa no tiene nada que ver con la otra. Sería muy injusto con los albañiles, para construir una casa tenés que estar todo el día al rayo del sol, es un trabajo mucho más sacrificado que escribir una novela. La única relación que yo le encuentro es la historia, o cómo los albañiles cuentan las historias, ese chite rápido, esa habilidad para el retruque. Eso me gusta mucho, me parece muy interesante. Y déjame decirte algo, se piensa que los albañiles son mal educados, está ese prejuicio. En realidad, siempre que hay un grupo de hombre somos medio mal educados para hablar, algo que no se da en el grupo de mujeres.

-¿Cuánto tienen los alambradores de la novela de los albañiles de tu vida real?

-La forma de hablar, que es mí forma de hablar también. La condición de trabajar en negro, como la mayoría de los albañiles.

“ALAMBRADORES”

Sebastián Gonzáles nació en Gualeguaychú. Fue a la Escuela Técnica Nº2, de donde egresó como maestro mayor de obra. Vivió cerca de seis años en Rosario y estudió Arquitectura, carrera que abandonó en cuarto año, antes de regresar a su ciudad.

A la vuelta -ya había incursionado en la escritura de manera absolutamente autodidacta, sin ningún tipo de formación más que la lectura y la práctica- trabajó con su padre en la construcción y después con un amigo. Lo hizo también en la empresa Hornus, donde estuvo dos años, se fue, y luego completó dos años más. “Con la construcción es así: a veces tenés trabajo y a veces no”, reconoció, en este sentido.

“La novela la empecé a escribir el año pasado. En tres días escribí 30 páginas. Tenía la frase del comienzo muy clara. El fiero les partió la oreja de un bolazo, así empieza”, relató González. Y continuó: “Entonces empecé a escribir esa escena, en la que ellos están sentados, y se me ocurrió que podían estar esperando a alguien. Ese alguien era el patrón, que tenía que volver a buscarlos. Ellos son alambradores que están esperando al patrón que no llega”.

-¿Y cómo llegás vos a esa primera frase?

-La idea surge de una vivencia personal. Yo estaba trabajando de sereno en una obra, porque la empresa había parado seis meses, y ese día estaba a la tarde, esperando el sereno de la noche. Tenía que venir a las seis, pero no llegó. Se hicieron las siete, las ocho, y como estaba todo parado nadie me atendía el teléfono en la empresa. Entonces pensé que no iba a venir, que me iba a tener que quedar esa noche y la siguiente y la siguiente. Es que había materiales muy valiosos, no me podía ir. Finalmente, como a las diez apareció, ni me acuerdo la excusa que me puso. Pero al otro día empecé a escribir un cuento que no terminé y, como otras cosas, ahí quedó. El año pasado, lo retomé y salió la novela.

-La frase del fiero ¿realmente sucedió o la creaste? ¿de dónde sale?

-Salió de la nada, no sé cómo surgió, me senté a escribir y salió eso. Me gustan cómo suenan. Fogwi hablaba de la importancia de las frases hechas, como esa. La fresa hecha es exitosa, decía, porque la gente ya la conoce. Me he mirado horas y horas de entrevistas a Fogwi, de ahí siempre aprendí algo nuevo.

-¿Siempre fuiste autodidacta para la escritura?

-Sí, recién ahora empecé a hacer algunos talleres literarios y el año pasado empecé a estudiar el Profesorado de Lengua y Literatura en el Sedes. Pero siempre sólo. Aunque creo que son muy importantes los talleres, la devolución, la otra mirada. La literatura se da con el otro, capaz que por eso tardé tanto en publicar, porque al estar sólo uno a veces se engaña y cree que está bien lo que hace. Pero siempre un libro se completa con el otro.

Por Luciano Peralta, ElDía

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