Nair Santana Hayy tomó dos decisiones: ir a la Justicia y contar el abuso que sufrió, nueve años atrás, en una oficina pública, y después relatar todo eso que vivió a través de su muro de Facebook.

Su abusador es Antonio José Luis Cardoso, el empleado del Ministerio de Gobierno acusado de abuso sexual, a quien la Justicia le aplicó prisión preventiva por 60 días luego de que se pusiera al descubierto la maniobra perversa que ejercía sobre las mujeres: bajo la promesa de un empleo, las citaba en su vivienda, en Italia 500, y allí las abusaba.

Cuando el caso tomó estado público, el Ministerio de Gobierno y Justicia, que encabeza Rosario Romero, hizo saber que ordenó iniciar las actuaciones administrativas para determinar las responsabilidades y sanciones que correspondan. Y que si bien el cargo de planta permanente de dicho empleado, pertenece a la Subsecretaría de Derechos Humanos de la provincia, su situación era de adscripción en la Secretaría de Trabajo.

 

Lo que sigue es el testimonio de una víctima de Cardoso:

«23 años, una casa prefabricada de alquiler y una beba de un año. Vivir sola desde los 17 me había hecho creer que la tenía bastante clara. Romper el mandato del miedo y hablar con desconocidos en la calle desde que tengo memoria, que el mundo era un lugar habitable.

«Tres trabajos y leer los clasificados todos los domingos en la casa de la abuela para ver si aparecía alguno más.

«Y de la nada alguien con quien te saludas en la vereda de uno de esos trabajos a fuerza de cruzarte todos los días, te dice que te puede conseguir algo estable. Estable, imagínate, que te digan «estable» a vos que llevas en la sillita de la bici a tu hija con vos a todos esos trabajos.

Una oficina pública desierta fuera del horario laboral, un simulacro de ´prueba taquigráfica´, a mí que estaba orgullosa de la habilidad adquirida a fuerza de escuela privada de segundo cordón que mis viejos a cuenta de cambiar federales del único suelo, habían podido pagar.

«Llego hasta acá escribiendo de corrido y paro porque no sé cómo seguir.

«´Víctima´ y ´abuso simple´ fueron palabras que escuché recién en Fiscalía porque no se me había ocurrido referirme a mí misma en esos términos, y una vez sorteado el laberinto kafkiano que sólo logré superar gracias la compañera que me pasó los datos de la fiscal y al acompañamiento de una abogada cuidadosa. Cuidadosas, lo que no son las condiciones del sistema que te sienta a esperar frente a la puerta por la que va a salir él esposado y te va a cruzar de frente.

«Esa imagen, esposado con la chomba rosa no me la olvidó más. Me acordé ahí de que era alto. No me dio congoja como siempre me dan congoja quienes caen en el sistema punitivo, tampoco sensación de justicia.

«Imposible no pensar qué hubiera pasado con las demás víctimas si yo no hubiese formado parte durante tanto tiempo dele 87% de las personas que no denuncian, qué falló para que el Estado sostenga a este sujeto en sus instituciones, qué herramientas nuevas tenemos que crear para que no dependa exclusivamente de la sororidad de otras mujeres y no cueste tan caro emocionalmente el acceso a la justicia de manera eficiente, ni siquiera en enero en plena feria, con lo que cuesta disponerte a estar ahí.

En el mejor de los casos recibe la condena esperada en la cárcel. Eso va significar un abusador menos en el calle, que no es poco, pero no implica ninguna reparación.

«A esa reparación la siento cerca, de la mano de las mujeres que acompañan, que cuidan.

«¿Nos está faltando una alternativa que escape al punitivismo y reivindique la acción colectiva?»

Entre Ríos Ahora

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