«¿No les parece de trascendencia pública que la vicepresidenta electa esté sentada acusada de integrar una asociación ilícita?», planteó la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner este lunes 2 de diciembre en el inicio de su declaración indagatoria en Comodoro Py.

La vicepresidenta electa declara ocho días antes de asumir su mandato ante los jueces del Tribunal Oral Federal 2, que la investiga como presunta «jefa de asociación ilícita» en una causa por supuesto direccionamiento de la obra pública. En su discurso, la senadora nacional denunció que el «gobierno saliente» de Mauricio Macri impulsó esta causa en su contra, volvió a cuestionar a los magistrados por no permitir que la audiencia se transmita en vivo y hasta habló del traspaso de mando de 2015.

Desafiante, a los gritos, golpeando el estrado y mirando a la cara a los jueces. Con ironías y rodeada de sus exfuncionarios más fieles, Cristina Kirchner descalificó ayer al tribunal que la juzga y le advirtió, en una velada amenaza, que serán los magistrados quienes deban responder preguntas y no ella, quien se encuentra acusada de ser jefa de una asociación ilícita que benefició a Lázaro Báez con millonarios contratos de obra pública.

No hay registros históricos de lo que ocurrió ayer en los tribunales: que un expresidente, elegido vicepresidente, declare en un juicio oral y público y que haga tal exhibición de poder, poniéndose por encima de los jueces, a los que directamente desconoció como representantes de la ley.

Cristina Kirchner llegó a los tribunales federales de Comodoro Py poco antes de las 10 e ingresó por una calle lateral. Accedió al subsuelo del edificio donde está la sala de audiencias. Solo una docena de miltantes se reunieron en la esquina de la calle Letonia, detrás de la sede de los tribunales, para verla pasar y gritarle su admiración.

En la planta baja de la sala de audiencias, denominada AMIA porque allí se hizo el primer juicio oral por el atentado contra la mutual judía, la esperaban Eduardo «Wado» de Pedro; Eduardo Valdés; Abel Fatala; Tati Almeida, de Madres de Plaza de Mayo (LF); Martín Sabbatella; Adolfo Pérez Esquivel; Juan Cabandié; Jorge Taiana; Estela de Carlotto; Aníbal Fernández; Florencia Saintout, y Juan Martín Mena, entre otros. De todos ellos, Mena suena como funcionario de Axel Kicillof, en la gobernación bonaerense. De Pedro, como futuro ministro del Interior.

Ni Lázaro Báez ni Julio De Vido ni José López, los acusados en este juicio que están presos, pidieron ser trasladados para escuchar la indagatoria de la expresidenta.

Carlos Zannini llegó tarde. Una hora después de que Cristina había comenzado declarar se lo vio deambular por la planta baja del edificio. Se acreditó en el sexto piso, donde están las oficinas del tribunal, y después se encontró con su abogado Mariano Fragueiro, que lo ayudó a encontrar el camino hasta la sala en el subsuelo de Comodoro Py 2002.

Cristina Kirchner se refirió con frecuencia a la prohibición del tribunal de transmitir su indagatoria. No obstante, dos canales de TV (Crónica y C5N) ignoraron la decisión judicial y tomaron una imagen del circuito cerrado que transmitía el juicio en la sala de periodistas.

Tuvo que intervenir el comisario a cargo de la seguridad del edificio y el secretario del tribunal para evitar que continuara la transmisión de las imágenes. Luego dejaron el televisor de la sala de periodistas sin video, solo con audio.

El clima en la sala de la audiencia era tenso. La expresidenta se refirió señalándolos con el dedo con frecuencia a los jueces que integran el tribunal. Rodrigo Giménez Uriburu, quien preside, manejó la audiencia hasta que promediaba, ante la vehemencia de la acusada. Tuvo dos incidencias cuando Cristina se interrumpió y mirándolo fijamente le dijo, como si se tratara de un ayudante de ella: «Infórmeme, por favor, cuántas audiencias lleva este juicio». El juez le contestó con calma: «En otras circunstancias, con gusto, pero en este momento está en indagatoria». «Acá me hacen señas con la mano que cinco», le respondió Cristina.

Otro momento de zozobra ocurrió cuando el ruido de un taladro se filtró en la sala y le impidió a Kirchner continuar. «¡Por favor, no puedo gritar!», se quejó la expresidenta. Giménez Uriburu pidió al secretario: «Por favor, haga cesar esa molestia», y ordenó un cuarto intermedio de cinco minutos, que bastaron para que el funcionario saliera de la sala y les pidiera a los trabajadores que interrumpieran su tarea.

Más allá de esas escenas, hasta allí todo transcurría con normalidad, como en cualquier juicio. Pero cuando Cristina se apartó del guion que había preparado su abogado, Carlos Beraldi, y empezó subir la voz, la audiencia se desvirtuó. Por momentos habló tan fuerte que su declaración, que se hizo en el subsuelo, se escuchaba desde los pasillos de tribunales de la planta baja, sin necesidad de entrar a la sala.

Los blancos de Cristina Kirchner fueron la «mesa de justicia» de Cambiemos, los jueces Claudio Bonadio y Julián Ercolini y el fiscal Gerardo Pollicita. Los descalificó y hasta dijo que Ercolini fue el responsable de que se enfermara su hija, Florencia Kirchner.

Sobre el final, en voz alta y mirando a los jueces, los acusó: «Ustedes son el tribunal del lawfare [guerra judicial], seguro tienen la condena escrita. Pero a mí la historia me absolvió y a ustedes los condenará», les gritó. Y se levantó del estrado sin escuchar que Giménez Uriburu le preguntaba si iba a responder preguntas. Fue el fiscal Luciani el que reiteró la inquietud. Y entonces Cristina volvió sobre sus pasos, miró al presidente del tribunal y le enrostró: «Son ustedes los que van a tener que contestar preguntas».

Nadie la interrumpió, ni los jueces ni los querellantes, mientras la platea la aplaudía a rabiar.

Por: Hernán Cappiello, La Nación.

Radio: 102.5 FM | TV: Canales 52 & 507 | LRM774 Génesis Multimedia ((HD Radio & TV))