“Soy Manu González, 30 años, argentina”.

Esbelta, resuelta, sonriente, habla con ademanes muy cuidados, sin impostación: sabe qué lugar ocupa, hacia qué sitio está dispuesta a llegar.

Hija única, Manuela González supo ya desde el jardín de infantes que no quería el guardapolvos celeste: que ella sería lo que quería ser, una chica.

No fue sino hasta la secundaria cuando empezó a probar su nueva identidad: primero, la ropa, una remera, después un jean prestado por una amiga, al final la chica que es ahora.

Pero todo eso zozobró el día que obtuvo el título de maestra, cuando cruzó esa plaza, esa calle, y a sus espaldas sintió las miradas insidiosas de los papás que la vieron pasar. Tuvo miedo, pensó en claudicar, salir corriendo de ese lugar y alejarse de todo.

Entonces una maestra se le acercó, la arropó con las palabras justas, y la acompañó a su lugar en el aula de sexto grado.

Fue la segunda vez que se sintió segura. La primera vez había sido cuando su papá la hizo tomar coraje y la convenció de que podía.

Desde entonces, Manu González supo que podría todo lo que pudo.

Ahora es maestra en la Escuela Primaria N° 44 María Mercedes Balcarce y San Martín, en Gualeguaychú. Es la primera maestra trans de Gualeguaychú, la segunda de Entre Ríos. La otra es Silvina Buyutti, de Nogoyá.

“Soy docente desde los 22 años. Hice toda mi carrera de formación docente sin la Ley de Identidad de Género, y eso fue todo un tema. Igual, yo siempre fui Manu. ¿Por qué elegí ser docente? Porque pensé cómo hacer desde mi lugar para conseguir que la sociedad sea un poco más empática, que no sea tan prejuiciosa. Pero también quería visibilizar la realidad del colectivo LGBT. Tengo mi identidad absolutamente asumida desde chica. Terminé mi secundario en 2006, y no había nada de las leyes que hay ahora. Pensé eso: poner mi granito de arena para formar una sociedad más tolerante, más justa. Y elegí hacerlo desde la educación, para enseñar desde ahí, porque lo que se aprende desde chico no se olvida más siendo grande”, cuenta.

Dice que entre los chicos de la escuela encontró más aceptación que entre los adultos. “Los adultos tienen muchos prejuicios, y los prejuicios son miedos. ¿Desde qué lugar una identidad le puede generar miedo a alguien? Los chicos no lo tienen, al contrario. Es muy lindo llegar a la escuela, y siempre ser para ellos ´La Seño´. Doy clases en cuarto y quinto grados. Soy ´La Seño´de Matemáticas”, dice.

De la escuela saltó a la arena política. Fue la décima candidata a concejal en la lista del Frente Creer Entre Ríos. El porcentaje de votos que alcanzó el intendente Martín Piaggio, que logró la reelección, le permitió meter 9 ediles al Concejo Deliberante. Sólo la incorporación de alguno de los concejales electos al gabinete del Ejecutivo gualeguaychuense le permitiría a Manu  ocupar una banca en el Concejo.

Mientras, la docencia es su mundo, un mundo al que llegó siendo de las pocas que logran atravesar el sistema educativo e incorporarse al mundo del trabajo. Las otras, las muchas chicas trans tienen como horizonte la prostitución.

“Yo soy Manuela: una mujer que trabaja como cualquier otra mujer. Primero, en la escuela, y después, decidí aceptar la invitación para incorporarme a la lista de concejales. Quise seguir luchando por la causa del colectivo LGBT desde otro lugar. En Gualeguaychú, hay aproximadamente 40 mujeres trans, pero somos 4 las únicas que tenemos un título, que pudimos hacer el tránsito por el sistema educativo. Desde este lugar, quiero empoderarme y plantear esta lucha, que no es mi lucha, sino la lucha de todas por la igualdad de derechos. Todas las personas queremos una igualdad de oportunidades. Lamentablemente, para las mujeres trans es demasiado difícil. Una hetero, prácticamente no tiene complicaciones para trabajar. A nosotras, todo nos cuesta el doble”, resume.

A veces, entiende de prejuicios. Manu dice que ella los tuvo. “Pero más que prejuicios, tenía miedo. A los 22 años, cuando me recibí y me tocó trabajar,  me largué a llorar de miedo -recuerda-. Mi papa Jacinto, que es un santo, me preguntó por qué lloraba, y le dije que era porque tenía miedo. Cursé los cuatro años de la carrera, rendí una sola vez. Era todo una utopía ese camino. Hasta que me recibí y me encontré con la realidad y todos mis miedos. Me largué a llorar. Mi papá albañil se sentó en la punta de la cama, y me dijo: ´Manu, sos una mujer superinteligente. Si te pude mantener 22 años, te puedo mantener un tiempo más. Pero probá. No dejes que el esfuerzo que hiciste se eche a perder´. Y bueno, salí”.

Hija única de Jacinto y de Isabel -“dos seres maravillosos-, creció en un barrio humilde de Gualeguaychú con el horizonte próximo de estudiar y trabajar. “Crecí como una nena absolutamente amada. Mis papás siempre creyeron en mí. A partir de ahí, todo fue más fácil”, cuenta.

No la desespera llegar a la banca de concejal, pero entiende necesario que la ciudad trabaje en procura de dar oportunidades laborales al colectivo LGBT. “CreO en la necesidad del cupo laboral trans -asegura-. El único trabajo que se les ofrece a la trans es la prostitución. Y nadie elige ser prostituta. Nadie elige subirse a un auto con un  cliente, que muchas veces están armados o con consumos problemáticas. La noche te deteriora, y las chicas trans viven con un expectativa de vida de 35 años”.

Y concluye: “Hay mucho por hacer en materia de derechos. Hay que ayudar las compañeras. En eso creo”.

Entre Ríos Ahora

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