Los límites responden a una concepción moderna de la geopolítica, y si bien son aceptados fueron trazados por un sangriento proceso colonial.

Los amantes de Entre Ríos vemos tan lógico el mapa con forma de medallita, tan querible ese corazón abrazado por dos ríos majestuosos, que solemos atribuir a la naturaleza la elección de este tesoro llamado a ser «la mejor provincia de esta América», como vaticinó Tomas de Rocamora.

En ese plano encajamos miles de años de historia sin observar quizá que, para que nuestro territorio fuera así, muchos debieron ser atacados, desplazados, ejecutados, sus culturas aniquiladas. Si nosotros somos esos pueblos, somos nosotros los desterrados o destruidos en la construcción de este mapa que hoy queremos como propio. Terrible paradoja.

 

Ríos al margen

El sinsentido se comprende mejor mirando la región en donde está inserta nuestra provincia: ¿el Paraná al borde como pared, o el Paraná al centro como columna vertebral? ¿El Uruguay al margen, como frontera, o el Uruguay médula?

Por distintas razones, la fijación reciente de fronteras siguiendo el cauce de ríos y arroyos se presenta «natural», irrebatible, y el resultado parece tan sólido que incluso genera ciertos chovinismos, al punto de perder la visión integral que entiende a Entre Ríos en una amplia región, en una cuenca.

Los mismos ríos que hoy funcionan de límites, ayer nomás eran la red de interacciones, avenaban nuestros vínculos sociales, comerciales, alimentarios.

En una tesis de 250 páginas, el entrerriano César Pibernus demuestra la construcción del mapa de Entre Ríos desde hace poco tiempo, en el último tramo de nuestra historia de más de 11.000 años; explica los cambios de concepción geopolítica y la aplicación de esas miradas distintas durante 500 años en la región, y brinda ejemplos de organizaciones y proyectos que discuten hoy los límites establecidos. ¿Todo es fijo desde siempre y para siempre, o lo vamos a conversar?

La obra de Pibernus se llama La huraña dulzura de unos lindes, subtitulada: El territorio ‘Entre Ríos’ como producto concreto de la territorialidad moderna. Con este ensayo, el profesor de Chajarí obtuvo el título de doctor en Ciencias Sociales de la UNER.

El meollo de su estudio revela el diseño de un mapa con límites en los ríos (al punto de inspirar poesías como la de Carlos Mastronardi, «Un fresco abrazo de agua/ la nombra para siempre»), pero el estudioso enumera uno a uno los pasos que fueron seguidos por el poder conquistador, con nombre y apellido, para fijar el trazado de hoy, en contra de la visión de comunidades que nos precedieron y que veían en los ríos el eje de sus vidas, amores, alimentos, encuentros, y eso por siglos.

 

Todo por una permuta

La investigación del docente de Chajarí remonta al Tratado de Madrid firmado en 1750 entre España y Portugal (también llamado de Permuta), la decisión de tomar los cursos de agua como linderos, tendencia que se consolidó con el arribo de Tomás de Rocamora 30 años después a Gualeguay. Claro, Rocamora reorganizó, bautizó, oficializó el nombre de Entre Ríos, pero él mismo venía con influencias recientes. No es lo mismo lo que expresan la recta del Tratado de Tordesillas (1494), que las curvas del Tratado de Permuta (siguiendo los meandros) por el cual España y Portugal se intercambiaron zonas conquistadas. (Recordemos que ese Tratado sería una causa fundamental de la sangría del pueblo guaraní, en tiempos en que los gobernantes coloniales vaciaban de comunidades originarias también el territorio que hoy ocupa esta provincia de Entre Ríos).

«Rocamora –dice Pibernus– aplicó la delimitación fluvial como estrategia demarcatoria, aquella que había empezado a madurar hacía más de medio siglo entre las tres plazas ganaderas más fuertes de la región y que tuvo su expresión diplomática a gran escala en el Tratado de Madrid de 1750». Y apunta que, además de esas corrientes europeas, hubo también fenómenos locales que determinaron el mapa actual, aún resistido, o por lo menos interpelado, por algunas organizaciones entrerrianas que desmienten el «fin de la historia».

 

Fronteras que nos mutilan

La obra de Pibernus critica la naturalización de un mapa que hoy es motivo de regocijo entre nosotros. No pone en dudas los límites pero llama a la reflexión sobre el proceso que construyó este mapa, y sobre la contradicción en que entramos al referirnos a los pueblos antiguos de Entre Ríos cuando en verdad, para construir el actual mapa, esos pueblos antiguos fueron devastados.

Dice Pibernus: «Si el territorio estatal ‘Entre Ríos’ nos parece obvio, como delimitado desde y para siempre, significa que ha triunfado entre nosotros aquel sabotaje espacial que define a la provincia de Entre Ríos como demarcada por ‘límites naturales’, recostados principalmente en los ríos Uruguay y Paraná. Como dijimos, ningún límite territorial es ‘natural’, más allá de la excusa topográfica sobre la que fue posado. Este tipo de supuestos niega el carácter construido del espacio –sobre todo de los territorios– y el proceso que lo hizo realidad, como también deslegitima en el mismo movimiento las demás estrategias territoriales sobre las que debió imponerse… Esa cristalización del territorio, que se expresa de muchas formas, juega en detrimento de entendernos como unidad y se contrapone conceptualmente a cualquier proyecto que pretenda superar esas fronteras que nos mutilan», se lee en la tesis.

Y luego: «Los ríos que hoy sirven de límites interestatales en nuestra región fueron ejes estructurantes de población durante milenios (diez u once, por lo menos). Los mismos ríos que hoy nos dividen fueron los que unieron a nuestros antepasados hasta hace muy pocos años».

Pibernus convoca a revisar una confusión entre Estado y territorio: «esta tesis pretende hacer visible… la asimilación entre ‘territorio’ y ‘estado nacional’ que aplica la geografía política tradicional para borrar el carácter ‘histórico, contradictorio, conflictivo e inacabado’ de todos los procesos de territorialización humana –incluso, el moderno–, procurando borrar en el mismo golpe toda referencia a las condiciones sobre las que ella se fue construyendo».

«Para que exista Entre Ríos se ejecutaron varias operaciones de construcción territorial, estas acciones fueron deliberadas, aunque no necesariamente conscientes del proceso que estaban abriendo en la región, y pueden agruparse en dos grandes estrategias que llamaremos ‘vaciamiento’ y ‘arrinconamiento'», grafica el autor.

 

El bueno y el malo

La tesis tiene un capítulo titulado «Vaciamiento, arrinconamiento y repoblamiento. Las operaciones conjuntas que luego parirán los partidos de ‘Entre Ríos'». Allí se explaya el autor sobre la determinación de Europa para abandonar acuerdos y parlamentos con las poblaciones originarias y emprender campañas de exterminio.

Después aborda la visión del rincón formado por los ríos Paraná y Uruguay, donde ya se visualiza un mapa, con algunos hechos que resultan clave en esa noción, como por ejemplo una campaña «punitiva» contra los charrúas comandada por Francisco García de Piedrabuena en 1715, o los efectos del mío-mío sobre los caballos.

Entonces llegan las expediciones de Francisco Antonio de Vera y Mujica, y José de Andonaegui, verdaderas campañas de exterminio, para dar lugar en seguida a Tomás de Rocamora en su rol de fundador de pueblos. «Todo Rocamora tuvo su Andonaegui», se titula con ironía otro capítulo de Pibernus, para mostrar cómo Rocamora cumple un papel de «policía bueno», y organiza de otro modo el territorio, ya con la fisonomía actual, pero no sin antes vaciar de «infieles» la región mediante la marcha triunfal del «policía malo», Andonaegui.

Se entiende, entonces: el mapa que hoy celebramos tuvo cuotas de sangre que una mirada digamos romántica, occidental, moderna, se permite ocultar o invisibilizar.

Pibernus focaliza en los informes de Rocamora al entonces virrey Juan José de Vértiz, para señalar una bisagra en el establecimiento de un mapa parecido al actual, a través de la creación de partidos.

 

Pagos y partidos

Escribe el autor: «Rocamora indica pagos y partidos delimitados fluvialmente sin que medie presentación de las categorías territoriales que utilizará, ni justificación del método de deslinde aplicado. Los cinco ‘partidos’ que conforman sin más el ‘Partido General de Entre Ríos’ resultan unidades territoriales demarcadas indefectible y obviamente por los cursos de agua (ríos y arroyos, en principio), habiendo otras referencias físicas como el monte o las cuchillas que podrían haber sido utilizadas».

Después muestra las reglas que sigue Rocamora, con frases textuales del «fundador de pueblos»: «El Paraná es un pedazo de tierra frondosísimo, que tiene al poniente el río del mismo nombre, y al levante el Nogoyá»… «El ‘caracoleante’ río Paraná discurre ‘cerrando los partidos del mismo Paraná, Nogoyá, Gualeguay’, el partido de ‘Nogoyá de esta parte oriental, comprende el mismo arroyo hasta el del Clé’… A lo largo del informe –añade Pibernus–, Rocamora aplica esta lógica demarcatoria a menor escala para estructurar el interior de los partidos con unidades menores, excluyentes y continuas que denomina ‘pagos’ y a los que asigna el nombre de uno de los arroyos que los delimitan».

 

Espinal y acuífero

El autor deja, como puntas de una madeja, numerosas Conclusiones de una obra que aspiramos pueda llegar a muchos a través de un libro en el futuro cercano.

Nuestra conclusión se resume en la satisfacción de ver una luz sobre no pocos interrogantes, un problema en donde parecía no haberlo, y el desafío de volver a mirar el dibujo del mapa; no la foto sino la película. Cuántas veces nos preguntamos sobre el rol de un territorio tan acotado, dentro de lo que llamamos Argentina, Zona Centro, Litoral, Mesopotamia, Crecenea, Cuenca del Plata, Mercosur; una región que hace poco fue un lugar dentro de la Liga de los Pueblos Libres o la República de Entre Ríos; nos preguntamos sobre la incidencia práctica (con vistas a la integración), de instituciones como las administradoras de Salto Grande y el Río Uruguay (CARU) o del túnel subfluvial, por caso.

Ni las arenas ni la provincia del Espinal arriba; ni el basalto ni el Acuífero Guaraní abajo, obedecen fronteras provinciales. Y aceptemos que tienen algunos años más que la provincia y que la humanidad misma. Como decía Aníbal Sampayo y repetía el Zurdo Martínez, los pájaros comen en una costa y anidan en la otra, ¿no son las alas el símbolo de la libertad?

 

Derribando fronteras

El doctor César Pibernus elige en la parte cuarta de su tesis un puñado de autores y organizaciones para mostrar el debate en ciernes, en torno de la fijación de límites y la «falsa obviedad» del territorio.

Habla, por caso, de la decisión de Antonio Serrano de usar la categoría «Litoral» a pesar de ciertas resistencias; de Ricardo Marcó Muñoa que hace referencia al «actual territorio» para dejar en claro que antes no era así, y algo similar ve Pibernus en obras de Raúl Mandrini y Juan José Rossi, o de Alejandro Bernasconi que elige esta fórmula: «el espacio luego entrerriano».

No faltan alusiones a aportes periodísticos en la revista Análisis y el Diario UNO (Descubriendo Entre Ríos), en torno de la unidad entrerriano oriental, en aspectos de la biodiversidad, la cultura, el arte, las luchas.

Luego desarrolla interpretaciones de la desaparecida Fundación M’biguá, el centro de estudios Junta Abya yala por los Pueblos Libres –JAPL–, el Movimiento De Costa a Costa, el Encuentro Internacional de Murgas, y la organización para la Recuperación del patrimonio hispánico guaraní en el corredor del Río Uruguay.

Los murgueros llegaron a elegir por ejemplo dos sedes simultáneas en Salto y Concordia, en ambas márgenes del río Uruguay, y dispusieron que varias agrupaciones actuaran en ambos escenarios en la misma noche, con una clara intención de derrumbar fronteras.

Pibernus toma de M’biguá un proyecto de parque binacional, por ejemplo, o el sentido de otros aportes que diluyen los límites: «Ya hay unos 180.000 evacuados desde que se intensificaron las lluvias este fin de año, y las anegaciones provocadas por las crecientes de los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay no respetan fronteras entre las naciones del Mercosur y las integra en la catástrofe ambiental».

En sintonía con ello, el estudio liderado por Pablo Cansanello sobre reliquias antiguas vinculadas al río Uruguay como eje, y no frontera, con expresiones en ciudades de ambos países.

Respecto de la Junta Abya yala, Pibernus recuerda entre otras cosas un documento que llama a abolir la frontera y sugiere el diseño de un «plan piloto de ambas costas para convertir las aduanas y estructuras militarizadas actuales en centros culturales de integración de los pueblos libres. Lo que sería un modelo a seguir para el resto de los pueblos hermanos, con quienes sufrimos fronteras ficticias que reprochamos». «En nuestra conciencia (y en lo posible en nuestras prácticas) no reconocemos estos límites políticos impuestos a contramano de la naturaleza y de nuestras culturas», dicen los estudiosos en ese documento, publicado en la obra Fibras del Abya yala, de Julio Majul.

Esa misma actitud observa Pibernus en las y los artistas del Movimiento de Costa a Costa, por la elección de referentes y ritmos de una amplia región, no circunscriptos al mapa actual. (UNO)

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